Miryam Rodríguez Izquierdo

Memorias del paripé

Es frecuente, en contraste con los tiempos de Nancy, escuchar los 'okeys' de viandantes al teléfono

04 de mayo 2019 - 02:32

Sucedía algo más avanzado el relato: aquel alcalareño de raza gitana, y de nombre Curro, se acababa haciendo novio de la protagonista. Pero desde su aparición ya se vislumbraba la importancia que el personaje acabaría cobrando en la novela. Comenzaba la segunda de las diez cartas que componen La tesis de Nancy, cuando Ramón J. Sender disfrazaba de casualidad el memorable pasaje en el que Curro y Nancy coincidían por primera vez. La estudiante estadounidense se preguntaba, confusa, cuál era el significado de "paripé", que tanto venía oyendo en la Sevilla de los años cincuenta. La explicación, difícil de superar, por bella y por atinada, se la daba su futuro enamorado con esta magistral frase: "Quiere decir una especie de desaborición con la que se le atraganta el embeleco a los malanges".

Aunque Nancy dudaría aún algunas páginas, ya entonces supo que no habría mejor compañero para su estancia predoctoral en Sevilla. No se equivocó, pues, además de protegerla de parcheadores sin escrúpulos, Curro continuó ilustrándola con palabras tan hermosas como las anteriores: desaborición, coloquial andaluz, disgusto; embeleco, de embelecar, árabe hispano; y malange, del andaluz, el que tiene mala sombra.

Si una nieta de Nancy emulara hoy a su ilustre predecesora, viniendo a la provincia de Sevilla para hacer una tesis sobre el español en Andalucía, no tendría la misma buena suerte. En estos tiempos, el lenguaje al uso en las calles de la ciudad ha perdido buena parte de ese vocabulario plagado de significantes y que, por tanto, significaba más. Distinguía, daba luz a la conversación con palabras que ahora quedan en los diccionarios para deleite de los curiosos, quienes, quizás, las aprendan y olviden. Tal vez sólo teman usarlas por poder ser mal entendidos. Tal vez ya no se entiendan. Es frecuente, en contraste con los tiempos de Nancy, escuchar los okeys de viandantes al teléfono; disolver una reunión en una esquina con varios byes; rotular peluquerías con carteles de hair and beauty, beauty style o happy hair -como si el pelo fuera feliz o infeliz dependiendo de dónde o quién lo cortase-; o escribir a tiza en la pizarra del bar, junto a la puerta, que se sirve chipirón in ink, with ink o, ya sólo para exquisitos, que hay little squid in its own ink.

El own, que certifica el origen de la salsa, para Nancy se acercaría al despropósito, pero lo hubiera disculpado. Todo fuera por orientar a los forasteros que visitan este caluroso valle. Pero lo que no hubiera tolerado es el uso del genitivo sajón en el nombre de negocios que, por lo demás, están en español: "Modas Laura's" o "Casa Manu's". Nancy los hubiera denostado. Fue lo que hizo al subir a la Giralda y encontrar, entre otras, una pintada que ponía: Tim loves Mary. Se declaró ofendida. "Muy anticlímax" -sentenció. Curro hubiera dicho lo mismo, pero a su modo, que es el de aquí: una desaborición. Al fin y al cabo, un paripé.

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