Cuarto de muestras
Carmen Oteo
La herida milagrosa
LA única opción real que el Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos (en la próxima legislatura Sumar) tiene de lograr un resultado que le legitime para continuar en la Moncloa es que se instale en el ideario colectivo la falacia de que PP y Vox son lo mismo, que se cumpla la frase trilera de Pedro Sánchez: “Extrema derecha y derecha extrema”.
En la huida a la desesperada que ha supuesto la convocatoria de las elecciones a Cortes Generales en plena canícula, Sánchez soñaba con una ristra de pactos autonómicos y municipales entre los representantes de los partidos de Alberto Núñez Feijóo y de Santiago Abascal.
La convocatoria inmediata, empero, permitía sortear con facilidad ese contexto que aleja al PP de la centralidad que necesita para vencer con mayor claridad que el pasado 28 de mayo y obtener un resultado que asegure la gobernabilidad.
La legislación electoral prevé que en los ayuntamientos gobierne la lista más votada en ausencia de una mayoría absoluta. Incluso aunque en Vox no se abstuviesen, muchos alcaldes del PP serían proclamados, y algunos de la izquierda también si los ediles de Vox lo permitían, lo que pondría al partido de derecha dura en un brete ante sus votantes de cara a las legislativas del 23-J.
En el caso de los gobiernos autonómicos, el calendario permitía cerrar los pactos necesarios en un contexto que tuviese clarificado el hemiciclo político nacional.
Sin embargo, el PP ha optado por lo contrario. Decenas de capitales de provincia y municipios relevantes se han pactado ya y mañana se convertirán en gobiernos conjuntos de PP y Vox. Y el bisoño Carlos Mazón se ha precipitado al pactar, nada más y nada menos, que la pieza clave del 28-M: el Gobierno de la Generalitat Valenciana.
El problema es que Mazón pacta, pero el que patina es Feijóo, porque estos acuerdos le alejan del discurso moderado para convencer al centro liberal e incluso a votantes del PSOE descontentos y que rechazan que Vox tenga poder institucional. La senda que llevó a Juanma Moreno a la mayoría absoluta en Andalucía fue ésa y no la contraria.
El grave error no se disculpa siquiera porque el PSOE no esté legitimado para criticar cualquier política de pactos tras las alianzas y peajes pagados a UP, ERC o Bildu, porque no se trata de que venzan los argumentarios de un partido contra otro –Feijóo ya lo arguyó ayer en Baleares–, sino de convencer a la mayor parte del electorado para sacar cuanto antes a España de la polarización que ha presidido la vida pública los últimos cinco años. Las urnas dirán cuál es el coste real de este patinazo y si el rechazo brutal que genera Sánchez lo amortigua.
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