Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
Plaza nueva
DESCONOZCO a estas alturas de partido si los descendientes de Manuel Goyanes piensan irse al juzgado de guardia o no, pero lo cierto es que la forma desempolvar lo que significó Marisol en la España de los sesenta deja en muy mal lugar a su Pigmalión. Y es que el gran mundo siempre creyó que Goyanes fue el creador de un mito como fue el de la rubita malagueña en la década prodigiosa. La propaganda de la época dibujaba la unión de Goyanes y Marisol como la de un padre amantísimo con una hija en la que había puesto todas sus complacencias. Luego fue deslavazándose tal historia de cariño, pero nunca se mostró tan crudamente otra versión diametralmente opuesta, ya que esa especie de amor paternal no era tal sino la más leonina explotación infantil que darse pueda.
La serie de dos capítulos que Antena 3 emitía a principios de semana deja en muy malísimo lugar a la familia Goyanes. Desde el patriarca a su hijo, pasando por una madre especialmente antipática y despótica, convierten de un plumazo a Marisol en un objeto de maltrato sin nada que ver con aquella pequeña diosa que llenaba los cines y que no podía ni salir a la calle. Su grado de popularidad era similar al del Cordobés o al de Lola Flores. Posiblemente formasen estos tres personajes la troika festiva del franquismo y seguro que tres máquinas de ganar dinero. Respecto a Marisol, Goyanes lo había visto tan claro que en él se produjo la mayor mutación cineasta, ya que dejó a Juan Antonio Bardem por Marisol, el cine culto y minoritario por el de masas. Goyanes lo vio claro y de La muerte de un ciclista y Plaza Mayor pasó a producir Un rayo de luz. Derivó del cine de culto al confort de permanecer semanas y semanas llenando cines de la Gran Vía.
No sé qué van hacer los descendientes de Goyanes, pero ahora se explican muchas cosas sobre el cambio que dio la vida de Marisol hasta retornar a Pepa Flores. Incluso viendo lo que se emitió, uno comprende mejor por qué la malagueña se metió en la concha y permanece inaccesible en su mundo de Málaga. Una mujer que levantó siempre una admiración desmedida ha pasado a inspirar lástima y una niña que fue el espejo donde se miraron muchas chiquillas de la época ha pasado a ser considerada como prisionera en cárcel de oro. Se comprende ahora perfectamente cómo un icono del franquismo pasó a ser musa de la izquierda más radical, cómo de las fiestas en La Granja derivó a una amistad con Fidel Castro que entonces parecía inaudita. No sé si se defenderá la familia Goyanes, pero hay que ver lo mal que lo tuvo que pasar y lo utilizada que hubo de ser para un cambio tan espectacular como el de pasar de Marisol a nuevamente Pepa Flores.
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