Manuel Barea

Marchando una de Gobierno

24 de enero 2016 - 01:00

MÁS que sonreír, el destino va camino de descojonarse y de partirse en dos de la risa mientras retumba su carcajada. Si no fuera porque es de la formación del Gobierno de lo que se trata y de que los españoles constaten mientras transcurre su vida cotidiana que hay personas al frente del país dispuestas a tomárselo muy en serio, sería para arrojarse en los brazos de la Gran Guasa y disfrutar hasta la extenuación del frenesí de un Gran Carnaval sin atenerse a las consecuencias del Gran Resacón (pero del malo, del peor, que es de lo que todo esto tiene pinta por la ingesta de la política de garrafón que nos estamos dando). Por una u otra razón, para defender sus argumentos, los tres dirigentes políticos que fueron recibidos el viernes por el Rey aludieron a los electores. Y los tres, como siempre, dijeron que nos respetan y que es precisamente esa consideración la que les llevó a:

A) Recular (Mariano Rajoy).

B) Flipar [y en privado temblar] (Pedro Sánchez).

C) Vacilar [de vacile] (Pablo Iglesias).

El presidente en funciones se retira y envía al líder del PSOE un "todo tuyo si tienes lo que hay que tener", un "para ti y con tu pan te lo comas" con un enorme riesgo de atragantamiento: el bocado apetitoso del plato de La Moncloa llega a la mesa de Sánchez aliñado con una salsa con más mala leche que el wasabi. La han preparado en el restaurante Podemos, donde sirven unos camareros aparentemente muy serviciales que sin embargo son de esos que no dejan tranquilo al comensal, que acaba sufriendo el peor de los ardores. El masterchef -no el destino- sonríe removiendo en los fogones.

Rajoy opta, de momento, por el ayuno. El 20-D no se dio su atracón de votos y ahora no quiere ni picar. Iglesias, que le monta a Sánchez uno de esos convites en donde el agasajado acaba rebuscando en sus bolsillos, lleva mucho tiempo diciendo que ha sonado la hora de que el líder del PP y los suyos pasen hambre después de su empacho de poder.

Está por ver si el ansia vence al secretario general del PSOE, hasta dónde llega su voracidad. Algunos de los suyos no están dispuestos a sentarse en la mesa que les ponen en Podemos: sin exagerar, hay barones socialistas que ven ahí la sombra de una última cena, al estilo de la que les prepara Michael Corleone a Sollozo y McKusley en El Padrino. Para ellos sería el comienzo del fin del partido, como le ocurrió al Pasok griego, devorado por Syriza.

Es lo que tiene la política, un canibalismo sin hartura. No se dejan sobras. Se rebañan las raciones con glotonería. Y quien queda fuera del festín no tiene más remedio que afrontar con estoicismo el intento de recuperar la figura con una dieta radical y ejercicio espartano a base de varias legislaturas en la oposición. Es el poder el que empuja a la bulimia. Y eso le ha pasado a Rajoy y al PP. Mientras, en el PSOE temen una recaída fatal en la anorexia. En Podemos ya tienen gula y se han lanzado a engordar.

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