¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
Este periódico traía ayer una foto con un pie que informaba de que “varios miles” piden abolir la monarquía en Madrid. Se trata de una foto luminosa con españoles partidarios. Cuando se convoque otra manifestación sobre la permanencia de la Monarquía, otra foto luminosa igualmente, dará la imagen de la cantidad de españoles partidarios del rey Felipe VI y de la Constitución de 1978. Lo normal. Sin embargo, unas páginas antes, el mismo periódico traía una foto estremecedora con una palabra dentro del titular que hiere leerla: Víznar. Como imagina el lector que no pudo verlo ayer, se trataba de una excavación de una fosa común del barranco granadino en donde se cree que están enterrados los huesos de Federico García Lorca, junto a centenares de granadinos asesinados por los alzados contra la República. Mismo Diario, mismas páginas. El lugar del escalofrío junto a la reivindicación de un futuro diferente. Lo que ocurre es que los huesos esparcidos en un hueco excavado en Víznar, son los de quienes fueron víctimas de dos ideas enfrentadas, dos construcciones de lo imposible de convivir. Unos ganaron, evidentemente. Pudieron haber perdido. El país sería diferente. Ya no tiene vuelta de hoja. Pese a los lugares de los escalofríos, el mapa de los espantos. Y las excavaciones idénticas en todas partes con su saldo de huesos ignorados o desconocidos en su gran mayoría. No creo que los recodos, barrancos, corredoiras, hondones y tapiales de España contengan más huesos de asesinados que el territorio mártir de Pol Pot, Katyn o las ciudades del mapa mundial del crimen. Da igual, a los efectos, la cantidad. Uno sería suficiente para que cayera la ignominia sobre los criminales. Pero es lo cierto que raro es el día que el Diario que sea no informa, con una foto de huesos esparcidos que duelen un horror, de aquellos años de plomo, aquellos años sin perdón, sin piedad, sin conciencia. No se trataba de la erección de un muro divisorio, se trataba de aniquilar al enemigo que no lo era realmente, al modo del poema de César Vallejo –pero el cadáver, ay, siguió muriendo–. Hoy los arqueólogos forenses, como Francisco Carrión Méndez, profesor de la UGR, dan fe de lo que digo. En sus trabajos de Víznar, la palabra que da escalofrío y forma parte de ese mapa del espanto que, bien mirando, es España. La pesadilla tiene aun mucho recorrido. En Víznar y en todos lugares sin cerrar en donde vemos los huesos de aquellos cuerpos derrumbados en las posturas inverosímiles de la caída. El mañana es mío, dijo Machado.
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