Maldita sea la noche, aliada del riesgo

Siempre la asociamos a desgracias, a la fatalidad, al dolor y la angustia

Sevilla en la era de los excesos

El potro de tortura de la Alcaldía de Sevilla

La búsqueda de Álvaro Prieto.
La búsqueda de Álvaro Prieto. / Antonio Pizarro

17 de octubre 2023 - 04:00

Sevilla/La noche tiene muchos riesgos, pero nadie tiene el valor de apuntar a ella. Trasnochar es exponerse. La noche modifica las conductas aunque solo sea por la carencia de descanso. La noche siempre es aliada de la muerte, del dolor, de los momentos inciertos, de la angustia, de las dudas, de la incertidumbre, prueba de ello es que siempre preguntamos al enfermo cómo ha pasado la noche. Superar las noches es un reto. La noche nunca está vinculada a la seguridad. Por la noche se sufre. El silencio de la noche permite oír el dolor. Hay quien prefiere conducir por la noche porque hay menos tráfico, pero también hay una probabilidad mayor de cruzarse con conductores con alguna enajenación transitoria. O simplemente somnolientos. Esa posibilidad la hemos normalizado. Nadie quiere imputarle nada nunca a los riesgos de la noche. Nadie quiere plantearse por qué hay salidas que duran ocho o nueve horas en una franja horaria que concentra todos los riesgos. Por supuesto que existen la fatalidad, la desgracia, la negligencia, los fallos y todos esos factores, pero la base nadie la discute, se pasa por alto, se ignora porque, en el fondo, es inútil plantearse eso que en otros asuntos se llamarían cuestiones “estructurales”.

Vemos normal, por ejemplo, que en una concentración ocurrida a finales del pasado agosto en Sanlúcar de Barrameda hubiera cientos de menores de edad cuando la Guardia Civil tuvo que intervenir en torno a las tres de la madrugada en la playa de las Piletas para disolver las reuniones. Digerimos como normales factores de riesgo que deberían ser combatidos desde todas las instancias correspondientes. No podemos asumir con tanta facilidad determinadas desgracias, cuando no tragedias, como la ocurrida recientemente en Murcia. Los jóvenes que siguen hábitos muy diferentes de ocio son pringaos en la jerga juvenil y salmones en la académica (por aquello de ir a contracorriente). Nadie debe salir de casa con el objetivo de divertirse y no volver nunca a casa. Todos debemos tener el derecho a estar seguros en un bar, un tren, un taxi y en la vía pública. Pero la noche, ay, es siempre canalla, se lleva la peor fama, encubre a los malhechores, siembra dudas sobre los hechos y enturbia las perspectivas.

La noche no es segura, aunque debería serlo, como el mundo es injusto, cosa que se aprende de adulto. Y hay quienes cumplen décadas y no quieren reconocer esta obviedad. O no les interesa. Maldita noche, maldita la fama de esas horas que asociamos a desgracias. Ahora que los investigadores, peritos y analistas expliquen y aclaren. Pero nadie nos quitará de maldecir esas horas. Ni de esperar siempre la llegada del alba.

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