¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El espectro de Paulina Crusat
La ciudad y los días
LUIS Ortiz Muñoz no es conocido y recordado con afecto en Sevilla por haber ocupado la Subsecretaría de Educación Popular del Ministerio de Educación Nacional franquista. Es conocido y recordado con afecto por muchos, entre los que me cuento, por su inmenso amor a Sevilla y sus hermandades, a las que ayudó desinteresadamente en momentos muy difíciles (ayuda que éstas -Macarena, Estudiantes, Cachorro, Soledad de San Lorenzo, Gran Poder o Amargura- le agradecieron con nombramientos honoríficos); por haber dado un gran pregón de la Semana Santa; por haber escrito -en colaboración con el maestro Luis Arenas- los libros Semana Santa en Sevilla, Sevilla en fiestas y Sevilla eterna; y por haber hecho -junto a Manuel Bermudo Barrera, a quien también se le quiere quitar su calle- aún más grande a la hermandad de San Juan de la Palma, cuyas imágenes habían sido salvadas del saqueo de la parroquia por sus hermanos José y Manuel Ortiz Muñoz, ultimando en los años 40 y 50 ese canon de la perfección y la emoción sevillana que es, de Cruz de Guía a banda y música de Font de Anta, la cofradía de la Amargura.
Pido desde aquí a todos mis hermanos de la Amargura que recuerdan con el agradecimiento que se le debe el nombre de Luis Ortiz Muñoz, a todos los hermanos de las hermandades que recibieron de él favores y le dieron honores, a todos los capillitas, cofrades, capiroteros y devotos que tengan memoria y sean agradecidos, y a todos cuantos -como yo- tuvieron como infantil libro de texto de la Semana Santa (y en mi caso también como cura de las heridas que abre la distancia) el Semana Santa en Sevilla escrito por él, fotografiado por Luis Arenas y prologado por Joaquín Romero Murube, que se dirijan al Ayuntamiento solicitando que el nombre de Luis Ortiz Muñoz no desaparezca del callejero sevillano.
No es por franquista, sino por capillita, por amargurista y por sevillano, por lo que se le dedicó la modesta calle del Polígono Sur que recuerda su nombre. Modesto y honrado fue él, a quien jamás se le vio vivir con lujos y de quien jamás se dijo nada deshonroso. Muchos recordamos a Luis Ortiz Muñoz en su ocaso, mediados los años 70, vestido con sobria y modesta discreción, soportando con entereza la laringoctomía y el mal que lo llevó a la tumba, viendo las cofradías de sus viejos amigos o con las lágrimas saltadas al ver la suya de San Juan de la Palma.
Parece además una broma que sean los señores de IU, que estos días homenajean a la dictadura castrista, quienes le quieran quitar la calle a Luis Ortiz Muñoz por haber tenido un cargo en la dictadura franquista.
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