Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
El día que no nos duela ver la calle Mateos Gago y la Plaza Virgen de los Reyes convertidas por enésima vez en un estercolero por efecto del incivismo (normalizado) de una hinchada de fútbol será que estamos muertos como ciudadanos, que hemos sido derrotados por la indolencia y que hemos sucumbido al consumismo de un mundo globalizado en el que solo importa vender noches en habitaciones y apartamentos, vender la marca de una ciudad, vender experiencias y vender rutas prefabricadas. Un mundo en el que el éxito se mide por la cantidad de gente que abarrota las calles, por los kilos de basura, por convertir cualquier acontecimiento en un espectáculo y por la longitud de las colas de espera para entrar en cualquier sitio. Todavía siguen las colas para presenciar el espectáculo de luces en el Real Alcázar, el primer monumento civil de la ciudad. Colas por la mañana para la visita turística en la Puerta del León y colas cada anochecida en la puerta de los Jardines de Murillo. El espectáculo es un éxito. Distinto es si aporta valor añadido al Alcázar, si descubre aspectos nuevos, si ayuda a resaltar perspectivas...
Mientras continúa el tuneo nocturno de los palacios, ayer mismo pudimos lamentar el desconchón cada vez mayor en la azulejería del Salón de Embajadores. No, no se trata del Salón Colón donde el alcalde no ha mandado retirar el horripilante mobiliario de Ikea para recuperar el de caoba que se debió restaurar y reinstalar a la mayor brevedad por respeto a la estética de una estancia incluida en un edificio con alta catalogación. Se trata del corazón del Real Alcázar, donde hay azulejería del siglo XI... con desperfectos en aumento. El problema es que los visitantes meten el dedito y se llevan pequeños trozos a modo de teselas centenarias. No hay mejor souvenir para el turismo actual que un fragmento de azulejo original del Alcázar de Sevilla. Ni las naranjas que cedemos cada año para la Casa Real Británica. Y no será que no hay dinero en la caja, porque el monumento es una mina. Esta ciudad tan preocupada en captar turismo asiático, finales de fútbol y ceremonias de premios para llenar el auditorio principal de Fibes tendría que pararse a evaluar si el Alcázar tiene la plantilla adecuada para los miles de visitantes que recibe al día. La última vez que oímos hablar de un plan de restauración de los azulejos fue en 2019. No recordamos nada sobre el aumento de la plantilla, pese a que se necesita personal cualificado. Mientras tanto, dedito a dedito tendremos el salón de los cónsules honorarios. Nos degradan la estancia. Dicho con el debido respeto a los cónsules honorarios.
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