La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Qué obsesión, tan española, por la limpieza de sangre, las inquisiciones y tirar de la manta. En el pasado la cuestión era que la sangre estuviera limpia de toda impureza morisca y sobre todo judía. En el franquismo se trataba de la limpieza, no de sangre (que algo también hubo con lo de la conspiración judeomasónica), sino de ideas: no ya las comunistas, socialistas o anarquistas, también las liberales o republicanas moderadas… Grave acusación era ser "hombre de ideas". En Plácido, cuando el señor Helguera protesta por haberse visto obligado a invitar a un pobre a cenar, su mujer le dice: "Sólo faltaba eso, que siendo como eres, que todo el mundo sabe cómo piensas, no hubiéramos traído un pobre".
Tantos años después de la desaparición de la dictadura la española obsesión por la limpieza de ideas se refiere al golpe de estado (naturalmente solo al franquista que acabó con la República, no a los anteriores socialistas y comunistas que lo intentaron) y al franquismo. Se ha desatado estos días -en los que tormentas tan importantes agitan nuestras aguas políticas- la tormenta en un vaso de agua sobre el ingeniero Juan de la Cierva. Las autoridades murcianas han querido ponerle su nombre al aeropuerto por ser el inventor del autogiro. Pero se pide el oportuno informe al historiador progresista de guardia Ángel Viñas y este dice lo ya sabido: que el ingeniero, desde Inglaterra, apoyó la sublevación pocos meses antes de su fallecimiento el 9 de diciembre de 1936. Y a la porra el autogiro. Entrevistado por La Opiniónde Murcia dice Viñas: "Es evidente que Juan de la Cierva fue un ingeniero imaginativo, inventó el autogiro, en fin, yo en eso no me meto para nada, pero en lo que se refiere a un tema bastante más importante que la invención del autogiro, que fue coadyuvar para preparar el golpe de Estado, no hay duda". Vaya...
Siguiendo este razonamiento podríamos preguntarnos si, por ser una propagandista tan entusiasta de Franco que Morena Clara se prohibió en la zona republicana, deberían quitarle a Imperio Argentina la calle que Málaga le dedicó. O quitar las dedicadas a Torrente Ballester, falangista del grupo intelectual de los Ridruejo, Tovar y Laín Entralgo. E incluso al Unamuno que antes de su rápida, valiente y amarga rectificación apoyó con palabras y dineros el golpe. Algo de la vieja España de la limpieza de sangre o de ideas sobrevive en estas cosas.
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