¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Más de medio centenar de organizaciones han lanzado esta semana la campaña anual Por una Escuela Pública y Laica. Religión fuera de la Escuela. Dirigiéndose al Gobierno, y “especialmente a los grupos políticos que han apoyado la investidura”, reclaman “compromisos para salvaguardar principios constitucionales basados en los Derechos de la Infancia más elementales, como es preservar la libertad de conciencia y la no segregación por motivos ideológicos y sociales en el ámbito escolar” y que se comprometan “a sacar la religión del sistema educativo, lo cual requiere de actuaciones políticas y medidas legislativas”.
Que la pública no oferte clases de religión puede discutirse, aunque que irrite tanto que sea una más de las optativas suena a integrismo laicista (que también lo hay). Pero “sacar la religión del sistema educativo” –así, sin más– es una aberración que impediría a los alumnos comprender la mayor parte de la cultura occidental, para empezar, y de la universal, para seguir. Urge que se incluya una historia de las religiones que les permita saber que la Venus de Milo no es una stripper, el Cristo de Velázquez no es un fotograma gore, Buda no es un gordo de dibujos anime, leer a Homero, Virgilio, San Juan de la Cruz o Unamuno comprendiéndolos u oír el Erbarme dich, mein Gott de Bach sabiendo por qué se llora.
En la presentación de la campaña varios intervinientes insistieron en que “la religión pertenece al ámbito privado” y solo en él “debe practicarse”. Pues miren ustedes, no. Pertenece al ámbito público porque los creyentes, como cualquier otro grupo con convicciones, ideologías o creencias diversas que no atenten contra el ordenamiento constitucional, tienen derecho a participar en él manifestando sus convicciones, a actuar a partir de ellas y a practicarlas tanto en privado como en público.
También, desde Europa Laica, se ha pedido “que se ponga el foco en el expolio que arrastra la educación pública frente a los privilegios que se otorgan cada vez más a la privada concertada, siendo en la gran mayoría controlada por la Iglesia Católica”. Es decir, que se acabe con la enseñanza concertada que a cambio del 12,5% del total dedicado a la educación escolariza al 25,5% de los alumnos en 9.317 centros, costando por alumno la mitad que en un colegio público. ¿De verdad creen que esto es un “expolio” de la educación pública?
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