Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
La editorial sevillana Renacimiento sigue recuperando las novelas detectivescas de W. A. Mason (escritor, político, militar y espía, 1865-1948). Tras El misterio de la Villa Rosa llega La casa de la flecha. Espero que les sigan las tres novelas que completan el ciclo del inspector Gabriel Hanaud. Mason ha ido quedando reducido a su extraordinaria novela de aventuras coloniales Las cuatro plumas, popularizada al ser llevada siete veces al cine con la versión de Zoltan Korda de 1939 como referencia clásica no superada (¿quién ha olvidado al gran C. Aubrey Smith reproduciendo una y otra vez una batalla de la guerra de Crimea con una piña, una manzana y unas nueces?). También las novelas del inspector Hanaud fueron llevadas al cine –El misterio de la Villa Rosa en 1920, 1930 y 1940, La casa de la flecha en 1930, 1940, 1948 y 1953¡– pero han sido tan olvidadas como las otras películas basadas en novelas de Mason, con excepción de Inglaterra en llamas, recordada porque en ella se conocieron Laurence Olivier y Vivien Leigh, y a ella se sirvió de trampolín para lograr el papel de Escarlata O’Hara.
Si las ediciones de Las cuatro plumas se han sucedido hasta hoy, desde la de Janés y la de Aguilar en su hermosa y pequeña colección Crisol a la reciente de Zenda-Edhasa, las novelas del inspector Hanaud eran inencontrables. Lo descubrí en la primera edición de El misterio de la Villa Rosa, que conservo como un pequeño tesoro, publicada en español por Thomas Nelson & Sons Ed. en 1911, un año después de su publicación en inglés, traducida por Faustino Ballvé, interesante personaje hoy olvidado, abogado, economista, traductor y político que empezó por el socialismo siguió por ERC y terminó exiliado en México.
Me alegra que sea una editorial sevillana la que recupere estas deliciosas novelas de la edad de oro de los relatos detectivescos –fueron publicadas entre 1910 y 1934 con un tardío cierre en 1946– y que se haga justicia al inspector Hanaud, heredero del Dupin de Poe y el Lecoq de Gaboriau, y una de las inspiraciones de Poirot. Me lanzaré de inmediato sobre La casa de la flecha. Estando la cosa pública como está (y peor que estará) y empezado el otoño, aunque no lo parezca, no está de más que quien pueda practique lo que los hartos italianos de finales de los 70 llamaron riflusso nel privato (retirada a lo privado) con un buen libro de evasión inteligente entre las manos.
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