La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
El presidente Moreno por fin ha tirado a la basura la única piel de plátano en la que ha resbalado desde que gobierna Andalucía con el cetro de la neomoderación. Por mucho que le imputen errores garrafales, el único de verdadero impacto que ha cometido es el de poner en riesgo la marca Doñana de cara a los productos de una verdadera agricultura de élite que se comercializa en la Europa Central. Fíjense bien: el presidente andaluz comenzó gobernando en minoría con el apoyo de Ciudadanos en el gobierno y con el de Vox en el Parlamento. ¿Dónde están ahora los señores de esos asideros? Unos colocados tras acabar su partido derrumbado y otros directamente en los escaños de la oposición. Moreno triunfó. Cuando en los foros de Madrid se cuestiona cómo debe ser la relación del PP con Vox, incluso se rechaza que deba existir esa relación, hay que recalcar que el PP debe entenderse con todo el mundo. ¡Claro que sí! Miren a Moreno. Se entendió con todos y ahora sólo existe él. Un político triangular. La clave está en el cómo se relaciona uno con las fuerzas políticas adversarias. Si la política se parece en algo al periodismo es en que no hay asunto indebido, sino enfoque inadecuado. Es una buena noticia que el PP y el PSOE se hayan puesto de acuerdo con Doñana. ¿Se imaginan que este acuerdo supusiera el principio de una cultura alemana en la que los dos grandes partidos se ponen de acuerdo en asuntos capitales? Ojalá, pero no somos tan ingenuos.
La clave es que ha pasado el período electoral, ha llegado la calma deseada por todos y los gobernantes serios tienen que enderezar el rumbo. Moreno echa apara atrás su ley de los regadíos, aunque el bueno de Ramoncín –nuestro muy admirado portavoz del Gobierno que luce los cuellos de la camisa tan anchos como aquel Juan Marín– diga que no ante las cámaras de TVE, y la vicepresidenta del Gobierno ya no sea aquella que llamó “señorito” a nuestro presidente andaluz. ¡Pelillos a la mar! Hay que perdonar siempre porque la memoria consiste en notas marginales propias de los rencorosos. Doñana bien merece un acuerdo de las dos grandes formaciones.
Cómo se nota que han pasado las elecciones, que ya no se oye el tam-tam de las urnas, que los partidos no sufren la ansiedad de la cita electoral. Deberían estar prohibidas las elecciones durante ciertos períodos para que los partidos no sufrieran ninguna presión añadida y alcanzaran acuerdos sobre asuntos que nos conciernen a todos. Doñana bien lo merece. Linces, por fin han sido unos linces.
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