Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nuestro maravilloso Elon
JUAN Espadas cambiará la dirección andaluza del PSOE a finales de mes, el 26 de enero, cinco días después de que se celebre en La Coruña la conferencia política con la que Pedro Sánchez dará por iniciada su legislatura. Él también hará algunos ajustes en Ferraz, pero lo que se le ha pedido a Espadas es algo de mayor calado, cambios notables en el área de organización, una portavocía reconocible, un poco de chispa y, en definitiva, una dirección que sea capaz de defender al Gobierno central en unas condiciones diabólicas, debido a las constantes concesiones a Junts, un partido donde se congenia lo peor del clasismo catalán con un nacionalismo excluyente. Los andaluces huelen a kilómetros el desprecio, Junts es un regalo para Juanma Moreno, no hace falta saber de balanzas fiscales ni de cesiones de competencias para presentir la altivez del señorito.
No es casualidad que el partido amigo de Puigdemont en Bélgica sea Nueva Alianza Flamenca (N-VA), el mismo que forma parte del grupo parlamentario de la Eurocámara donde se integra Vox. Si quiere quedarse con las políticas de inmigración, es para echar, no para integrar.
Pero ése no es el aspecto de Junts que debe preocupar al PSOE-A, sino el del agravio que las concesiones causa en el resto de las comunidades. En especial en Andalucía, que fue la comunidad autónoma donde los socialistas perdieron más escaños en las elecciones del pasado 23 de julio. No está escrito en ninguna parte que los resultados electorales tengan un comportamiento cíclico como se puede comprobar en el caso madrileño, donde el PSOE no gobierna desde hace 28 años. Hay errores históricos, que se lo pregunten al PP andaluz y a su posición en el referéndum del 28 de febrero de 1980.
Sin ningún tipo de filtros, Juanma Moreno ya define al PP andaluz como “el partido de la tierra”, una suerte de heredero del PSOE de Andalucía en cuanto a defensor de la autonomía, un camino ya explorado con éxito por el fundador de su partido, Manuel Fraga, en Galicia. Si el presidente de la Junta consolida su transformación en un endemismo andaluz, como el pinsapo o la bogardilla, le dará tiempo hasta de pensar en algún sucesor. Juan Espadas habrá aprendido ya que fue mucho más difícil y el doble de ingrato el trabajo de Javier Arenas que el de Manuel Chaves. No, lo del PSOE-A no es sólo un problema de Espadas, de Noel López o de Ángeles Férriz, es que debe reinventar un partido que siempre estuvo en el poder y ahora debe competir con un imitador que juega desde San Telmo a ser Arenas y Chaves, Pepote y Teófila, Escuredo y Clavero.
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