¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Opinión
UNOS días después del golpe militar de Queipo de Llano en Sevilla, el 18 de julio de 1936, la simple lectura del bando por el que se declaraba el estado de guerra en la Plaza Nueva convertía a muchos sevillanos leales a la República en víctimas de esa "justicia al revés", según la cual, pasaban a ser culpables de "delitos" ser votante de izquierda o haber discutido con alguien de política. Muchos pagaron con su vida el escarmiento por no ser "personas de orden y amantes de la verdadera justicia". Otros, como mi abuelo Manolo, fue represaliado del Ayuntamiento de Sevilla, del que era un modesto funcionario. Paradojas de la vida, 75 años después, en la primavera de 2011, su nieto, Juan Espadas Cejas será alcalde de Sevilla, si los sevillanos y las sevillanas así lo quieren.
Nací en un barrio obrero de Sevilla, junto a la avenida de Miraflores, en 1966. Bueno, exactamente en el Hospital de las Cinco Llagas, hoy Parlamento de Andalucía, que digo yo que de ahí vendrá la vocación política.
Sí, la política. Ésa de la que ahora parece que está de moda renegar cuando lo que deberíamos hacer es cambiar el modo de utilizarla para volver a creer en ella. Una nueva política transparente y cívica en la que el ciudadano no sea un mero espectador, sino un protagonista activo; que priorice los avances en la igualdad de oportunidades poniendo coto a la supremacía absoluta del mercado. La cercanía a las personas y la atención a los que más lo necesitan son instrumentos de "construcción masiva" consustanciales con mi forma de entender la política.
Con una familia de las que inculcan que "el que tiene la cara honrada no encuentra puerta cerrada", mi juventud fue feliz en el colegio de mi barrio, los salesianos, en el que aprendí la cultura del esfuerzo para conseguir las metas y en mi caso, ser licenciado en derecho con 22 años. Por cierto, una promoción, la 84-89, que estaba en la Facultad a las 7 de la mañana para escuchar, aunque fuese desde las escaleras, a Clavero Arévalo, Pérez Royo, Carrillo Salcedo o Rosi Valpuesta.
Eran años en los que la ciudad se preparaba para su gran reto, la Expo del 92, el auténtico salto de Sevilla al futuro que hoy disfrutamos. Como sevillano me siento orgulloso del ejemplo que supimos dar al mundo y también de cómo aprovechamos esa oportunidad para introducir innovación y modernidad en lo más profundo de las raíces de esta tierra que ama y presume como ninguna del valor de sus tradiciones.
Desde 1990 pertenezco al Colegio de Abogados de Sevilla, me especialicé en Derecho y Gestión Medioambiental cuando pocos sabían que era eso y formé parte de ese pequeño grupo humano que construyó en Andalucía una política ambiental pionera y referente en España y Europa. La sensibilidad por tu territorio, la protección de los recursos naturales, es una magnífica escuela que encierra valores que te permiten poner altura de miras a la gestión de cualquier cuestión de interés público. Reivindico el papel y la entrega anónima de los empleados públicos que con su trabajo han dado la verdadera dimensión de los servicios básicos esenciales que hoy se prestan en nuestra comunidad. A muchos de ellos los conozco bien, hemos aprendido juntos y trabajado en equipo para resolver problemas, intentando siempre estar a la altura de las diferentes responsabilidades que se me han confiado hasta llegar a ser consejero.
Con la conciencia muy tranquila de ése al que la suerte le llega siempre trabajando, mis compañeros del PSOE de Sevilla, partido al que me afilié a mediados de los 90 y del que he sido coordinador federal de medio ambiente durante 12 años con el apoyo de todas las federaciones de España, han decidido que sea el candidato a la Alcaldía.
Mi ciudad, Sevilla, de corazón inequívoca y mayoritariamente progresista, en un momento complicado en que muchos sevillanos y sevillanas lo están pasando mal, quiere cambios para avanzar, para resolver sus problemas. Se nos demanda un modelo económico y social que nos dé igualdad real de oportunidades, sea cual sea nuestro barrio, mejore nuestro entorno y garantice un compromiso entre la Administración y las empresas para crear empleo de calidad y de futuro. Un espacio de convivencia en el que construir un diseño urbano con el diálogo. Hay que superar las fotos en sepia y evolucionar hacia una mayoría de ciudadanos que quieren combinar innovación, modernidad y tradición en su ciudad.
El proyecto que Sevilla necesita para salir de la crisis no puede construirse desde el enfrentamiento y la división, desde la exclusión del otro, desde la negación absoluta a todo lo bueno que ha cambiado esta ciudad para disponer hoy de un modelo urbano más sólido que en 1999 en infraestructuras y equipamientos, más sostenible en calidad de vida y con más posibilidades para afrontar el futuro. La responsabilidad nos obliga a ponernos de acuerdo y hacer propuestas que pongan en valor lo que nos une, que cambien aquellas cosas en las que nos hemos equivocado y a dejar las batallitas que tienen por objetivo conseguir el poder por el poder.
Queda un año por delante para que el Ayuntamiento de Sevilla culmine proyectos decisivos para la ciudad. No se pueden pedir elecciones al día siguiente de perderlas, ni hacer creer que estamos en campaña permanente con ese "¡Ya!" desesperado del que a base de jugar sólo al desgaste del otro, sin propuestas, acaba quemando la confianza que pide en él.
Por eso, cuando algunos preguntan estos días: "¿quién es Juan Espadas?", quiero decirles que no es ni más ni menos que una persona preparada para liderar un proyecto colectivo de ciudad viva que ponga voz a la ciudadanía de a pie y genere ilusión y esperanza en la Sevilla de 2011. Alguien que quiere ser alcalde de los ciudadanos antes que alcalde de la ciudad, alguien dispuesto a dejarse la piel por la gente de bien de Sevilla y alguien que no acepta la trampa del PP de "gestión en vez de ideología": la ideología es el conjunto de ideas, de valores, de principios, que sustentan tu actuación, tu gestión. O el PP nos propone gestionar sin principios o es que no tiene ni idea de cómo gestionar o, lo que es peor, que no quiere decirnos con qué ideas quiere gestionar los intereses públicos. A los ciudadanos sólo les generan confianza los políticos que van por derecho, los que dicen quiénes son y, sobre todo, los que manifiestan lo que piensan. Ahí, siempre ahí, me encontrarán los sevillanos y sevillanas.
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