La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Sevilla/Sevilla es la ciudad de las oportunidades. Aquí tienes la opción de pasar de rey mago a beduino, la vida misma, en menos que se abre y cierra una franquicia de helados. Un día te ponen la corona en el teatro de Capitanía y al siguiente estás imputado en cualquier proceso y pasas a ser como los mendigos de la Plaza Nueva, que reciben menos miradas que el bronce de San Fernando a caballo.
La de cosas que hemos visto en esta ciudad en los últimos veinte años nos han vuelto inmunes a casi todo sin necesidad de ninguna vacuna. Un día eres el alcalde moderado, sereno, tranquilo, con ese espíritu de escribano discreto, un tipo honrado e idóneo para ser el secretario de la comunidad de vecinos de la urbanización de la playa, un ejemplo de socialista ilustrado y a la jornada siguiente... ¡zas! Suena con estruendo la canción de María Jiménez, como si fuera la Calle del Infierno, y esa vida que aparecía de color de rosa se tiñe de golpe de marrón sin que haya pasado un coche de punto de los aparcados junto al Archivo de Indias. ¡Se acabó! Pasas a ser retratado como el peligroso líder regional de un partido radicalizado. ¡Qué cosas pasan en Sevilla!
Los alcaldes son como los colores: cambian en función del cristal desde el que se miren. Mi Juan tiene que tener un lío en cabeza de mil demonios. Los que lo recibieron y auparon con palmas lo han dejado clavado... y ya quisiera él que fuera en el monte del olvido. Pero no, no se olvidarán de él de momento. Ay, qué risa, María Luisa (parque). Nos hemos cansado ya del juguete, se acabaron los elogios a la izquierda que ora y labora. Muchos no tendrán con mi Juan ni la misericordia que se tiene con el pato cojo, al que nunca se dispara... en la política de Estados Unidos. Pero esto es Sevilla. ¡Cuidado con los idus de marzo, Antonio Muñoz! Al Varoufakis de la Alameda le pueden caer todos los chuzos que durante mucho tiempo no se han precipitado contra mi Juan. Alguien vendrá que tus tormentas sufrirá.
Muñoz será un alcalde investido en la cuesta de enero de una ciudad en pandemia. En el mejor de los casos puede que disfrute del sueño del indiferente: que le apliquen la legislación vigente. La Alcaldía de Sevilla es un potro de tortura que los afectados sólo te reconocen como tal con el paso de los años. Mi Juan ha gozado de un período de suerte porque el PP sufría un bajonazo y la ciudad era víctima del exceso de expectación que generaron aquellos 20 concejales. A Espadas le reprochan que se marcha sin un proyecto estrella. ¡Ni falta que le ha hecho! Hasta se subió su sueldo... y el de la oposición. Más hábil que moderado, aunque ahora para algunos sea beduino tras haberlo aclamado como rey.
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