La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Visto y oído
MAÑANA se muere alguien en Física o química. Desde hace semanas gira la ruleta rusa en las revistas del ramo pavero. Es raro que los sepultureros tengan que echar una peonada en una serie. Los granulosos espectadores que siguen la serie nocturna de Antena 3 (líder por encima de CSI en Andalucía) van a tener una experiencia funeraria de esas que, si no es necesario, se les suele privar en la vida real, no vayan a sufrir con el sentido de la muerte. La galería superpós de Física o Química ha ido creciendo de forma inesperada para los programadores, lo que despertó las bombillas que enfilaban nuevos cauces de audiencia. Atraen así a clientes que iban deserteando de la pantalla convencional: los jóvenos y las jóvenas, esa gran porción del precariado en crisis, cortita de presupuesto pero grande en ganas de ocio, dispuesta a entregarse a la causa devocionaria.
Esta Física que remata la temporada en el tanatorio y Fama, que ha regresado precipitadamente porque Cuatro estaba con el barco en mar picada, han sido precursores de un aluvión de programas cortados por el patrón de la reivindicación generacional, de la impostura rebeldosa, del buen rollete y de la incomprensión por la valía, paisajes comunes para todos los jóvenes que en el mundo han sido. HKM ó 18 son dos de las primeras ficciones que nos sobrevienen siguiendo la fórmula química de los lunes, evolución filtrada a los tiempos de Al salir de clase, UPA o aquella Segunda enseñanza de los 80 donde debutó Javier Bardem. Los jóvenos y jóvenas, tan olvidados en el último lustro por todos los canales (los directivos ponían sus ojos en los niños y los abuelos, más fieles y más teleadictos), han sido reenganchados en el tren, por la Ley de la Gravedad del audímetro. No por afán romántico sino mercantil.
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