Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Sevilla/NOnos podemos acostumbrar a que en las aguas habitualmente embravecidas del fútbol las principales embarcaciones sean las de los piratas. Sí, sabemos que todo cambió con la entrada en vigor de la legislación que convirtió a la inmensa mayoría de clubes en sociedades anónimas deportivas, que desde entonces manda el dinero más que nunca mientras el corazón, los sentimientos, el fervor y las tradiciones quedan tantas veces relegados aunque, por fortuna, sigan teniendo su justa notoriedad. El presidente del Sevilla, José Castro, ha sido el primero en abandonar el pelotón del silencio, la zona de confort de los ventajistas que se limitan a esperar quién se posiciona primero, la comodidad del que no sale de casa y mira cuanto ocurre fuera cubierto por el visillo. Castro ha dado un paso al frente y se ha negado a compartir mesa y mantel, palco de privilegio y otras atenciones con un club imputado por cohecho. Hace muy bien el presidente blanquirrojo en no quedarse como el que no ha pasado nada. Estamos ante un caso de corrupción del que resta por conocer mucho, pero sobre todo en qué grado ha influido en tantísimas competiciones deportivas que han podido ser adulteradas. Ha habido demasiado dinero pagado por un club a un árbitro en activo en los despachos donde se han tomado decisiones determinantes por demasiado tiempo. No olvidemos que el Sevilla, por ejemplo, ha tenido tres títulos a su alcance en los años del caso Negreira, de los que dos han sido copas del Rey disputadas precisamente ante el Barcelona. Por no citar el estilo de determinados fichajes que efectuó el Barcelona para hacerse con determinados jugadores sevillistas, supremacía blaugrana incluida con la cantera blanquirroja.
Nuestro respeto por quienes se plantan ante los abusos, nuestro respeto por quienes rompen el silencio para dejar claro que hay asuntos directamente intolerables y que necesitan ser aclarados hasta el final, nuestro respeto por quienes priman la sana rivalidad en un contexto de justicia frente a indicios fundados de corruptelas, mangazos y chanchullos. Al Sevilla le ha costado un mundo conseguir lo que ha logrado en las dos últimas décadas. Que otros clubes y voces autorizadas prefieran guardar silencio no resta un ápice de importancia, más bien al contrario, al paso al frente dado por Castro al retirarle los embajadores a la potente entidad catalana. No es la hora de pusilánimes ni de cobardones. La pelota puede entrar o no y con los fichajes se puede acertar más o menos, pero que en lo que se no puede vacilar es en la lucha por el respeto. Y el Sevilla se lo gana sufriendo en el campo y con decisiones acertadas en los despachos.
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