¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
La vida de los ciudadanos de a pie se ha alterado sustancialmente, pero no así la de muchos políticos. Como diría Lopera: "Fijarse bien". Se celebran partidos de fútbol con los estadios vacíos, los besamanos de las imágenes sagradas se han convertido en veneraciones, los bares tienen reducidos los aforos y el horario de apertura, toda España tiene que estar recogida a las diez, como en los tiempos del parte de Radio Nacional; nos pasamos el día respirando mal y con las manos pringosas de gel hidroalcohólico; vivimos, trabajamos y celebramos las festividades a la intemperie por seguridad, nos privamos de viajar a otras ciudades, etcétera. No digamos cómo ha cambiado la rutina para los que trabajan desde casa, para los niños que van a clase con mascarilla, o para quienes son atendidos por el médico por teléfono para evitar las comparecencias. Los trenes tienen cerrado el vagón de la cafetería. Las empresas ya no obligan a fichar con el dedito. Y muchos taxis no permiten ocupar la plaza junto al conductor, lo que obliga en ocasiones a un gasto doble.
Pero nuestros políticos, ay, siguen exactamente a lo suyo como si no hubiera pasado nada. Continúan con sus enredos, embrollos, guerras de poder, zancadillas, estrategias, tacticismos, vodeviles, jueguecillos de tronos y, por supuesto, con el habitual quítate tú que me pongo yo. Qué más dan los 70.000 muertos, que son los reconocidos oficialmente. Ellos siguen con sus mociones de censura y sus adelantos electorales. Bien mirado, me han hecho creer por unos minutos que la pandemia ya era algo del pasado. Veía todo tan mundano, tan terrenal y tan básico en la mañana de ayer que me he dicho, ¡cáspita!, volvemos a ser lo que fuimos, como diría don Blas.
De pronto no había estado de alarma, me olvidé de los sermones del doctor Simón y de la lentitud de las vacunas. Pero al despertar... el coronavirus seguía allí. ¡Menos mal que estaban todos concentrados en la lucha contra la pandemia! Al garete todas las estrategias de los gabinetes de comunicación tratando de presentar a sus jefes durmiendo hasta con la mascarilla y el traje de protección individual. Aquí todos van a lo suyo, a salvar sus respectivos sillones, sin renunciar si es preciso a poner por delante eso mismo que rima: los... asientos. Uno saca la apisonadora para triturar ametralladoras caducadas y hacerse una foto. La otra, que dejó vergonzonsamente tirados a los electores catalanes, se echa en brazos del PSOE para salvar los muebles del partido. Qué espectáculo. ¡Que salgan las fieras, que ya se van los payasos! Sólo cabe proclamar como el conde de Romanones: "Joder, qué tropa".
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