La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
S IEMPRE he pensado que el mejor momento del año para leer novela negra es el verano. Entre las tardes tórridas derrengados en la playa y las noches infinitas de luna clara. Pero también periódicos. La diferencia, a veces, es peligrosamente sutil. Ocurre entre la prensa seria y el papel couché como entre los plumillas y los escritores, que cruzamos el muro de lo real y lo inventado a conveniencia. Con demasiado sigilo. Y, lamentablemente, con resultados muy dispares.
Rodolfo Walsh, Tom Wolfe, Norman Mailer, Truman Capote, Gay Talese… Las novelas de referencia del Nuevo Periodismo son obras maestras cosidas sobre teletipos. No sé al contrario. Porque a las rotativas no les sienta bien el rosa. Por mucho que se haya extendido con el salto digital y por mucho que nos hayamos contagiado quienes deambulamos en los suburbios de las redes sociales con un incoercible afán por cautivar a los lectores con historias jugosas y apasionadas, no noticias frías y planas.
¿Y son verdad? ¿Qué parte hay de real? ¿Y de sustancial? Porque, aparte de novedosas, actuales, interesantes o curiosas, se supone que las informaciones de los tabloides deben ser relevantes. ¿Cabe demasiado en los diarios digitales? Ni siquiera el coronavirus nos ha salvado este año de las serpientes de verano, vedijas de información que saltan con demasiada facilidad de los asépticos boletines de radio a los sofocos del late show.
Hemos estrenado agosto con tres nombres propios -Juan Carlos, Corinna y Villarejo- y un cóctel explosivo que combina la crónica política, la institucional, la económica y la judicial con la más morbosa y amarillista. Sólo faltan los paparazzi y llegarán. Cazando al Rey emérito, con sus 83 años, en el refugio que se haya buscado para su exilio-vacacional. No voy a banalizar el debate sobre la vigencia de la Monarquía -es inseparable a la crisis del Estado de las Autonomías y al propio éxito-fracaso de la Transición-, ni obviar los escándalos que han ido minando a los inquilinos de Zarzuela desde que estalló el caso Nóos. Ni siquiera estoy segura de que allí empezara todo. Como tampoco están seguros los más cercanos al Rey de que vaya salir airoso del proceso.
¿Qué dirá Corinna Larsen el 8 de septiembre cuando comparezca en calidad de imputada ante el juez García Castellón? Porque será el episodio clave de este folletín que parecemos dispuestos a airear en agosto con el pegajoso zumbido de los mosquitos.
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