La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
La ciudad y los días
CREÍA que la España profunda de los mozos y las mozas había muerto; y que sus últimos estertores fueron Marquita la yeyé, El zurriagazo o La Ramona de Fernando Esteso, el Henry Purcell de los funerales del franquismo que grabó en 1975 y 1976 estas estupendas canciones, tan representativas de los más acrisolados valores del mocerío hispánico. Pero no. ¡País imprevisible el nuestro! Spain is different: tenía razón el eslogan creado, no por el ministerio de Información y Turismo de Fraga como suele creerse, sino en 1949 por la Dirección de Turismo del malagueño Luis Bolín. En un cartel turístico del 49 se lee Spain is Beatiful and 'Different'. Visit Spain. En los 50 se redujo a Spain is 'Different'. Visit Spain. Y en el 62, en la era Fraga, se le quitaron las comillas y se simplificó, dejando sólo Spain is Different.
Acertaron Bolín y Fraga, sí señor. Fuimos diferentes y seguimos siéndolo, por mucho que la Expo, el AVE o la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona con el Príncipe Felipe llevando la bandera, la Fura dels Baus y la flecha de Antonio Rebollo nos hicieran creer que por fin habíamos dejado de ser goyesca, valleinclanesca y viridianescamente diferentes. No es así. Seguimos siendo el país de los mozos borricos y las mozas vacaburras. Eso sí, empeorados por el cruce entre el mocerío autóctono hispánico y los gamberros globales alemanes, ingleses u holandeses del turismo de borrachera que empezó por Gandía, Sant Antoni de Portmany, Palma, Magaluf, Salou, Calella de la Costa o Lloret de Mar para después irse extendiendo, en versión española de despedida de solteros y otras raciales diversiones, por toda España como un tsunami de sanferminización.
El inesperado cruce entre la nueva estupidez global borracha y el racial mocerío hispánico ha tenido consecuencias tan pavorosamente mitológicas como el acoplamiento entre Pasifae y el toro de Creta que engendró al Minotauro. Las despedidas de solteros y solteras son la ocasión mayor, pero no única, para que den rienda suelta a su naturaleza medio bovina y medio humana con un repertorio que une lo peor que hayan cantado/bramado todos los mozos y mozas de todos los tiempos, desde las canciones de sorteo de quintos hasta la Carrá, pasando por la tuna. Todo empeorado por la gracia que caracteriza a nuestros connacionales de Despeñaperros para arriba (y cuanto más arriba, peor).
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