La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
Avalado entre otros por Fernando Savater, el manifiesto de Nuccio Ordine en favor de las humanidades convirtió al profesor italiano, especialista en el Renacimiento y en la obra de Giordano Bruno, en una figura conocida más allá del ámbito universitario. Es sin duda alentador que en unos tiempos tan refractarios a los saberes que no se traducen en rentabilidad inmediata, La utilidad de lo inútil, que así se titulaba su reivindicación de la tradición humanística, lograra un eco tan amplio, señal de que no todo está perdido y de que sigue habiendo lectores que no se conforman con ser, como dice el autor, "pollos de engorde". En lenguaje claro y accesible, exento de la petulancia que malogra empeños similares cuando los apologistas se abandonan al narcisismo o la nostalgia desenfocada, Ordine recurría a la paradoja del título -tomado del historiador de la filosofía antigua Pierre Hadot- para denunciar la estrechez de miras de quienes menosprecian el valor de las disciplinas ajenas a la "lógica del beneficio" y han logrado arrinconarlas para adecuar la oferta académica a las necesidades del mercado. En otro de sus libros, Clásicos para la vida, el ensayista proponía una "pequeña biblioteca ideal" a partir de una colección de citas comentadas, nacida de la vieja costumbre docente de leer y glosar pasajes escogidos de los que pueden extraerse lecciones aplicables tanto al desarrollo personal como a la convivencia ajustada a los principios del bien común. Los argumentos de Ordine los hemos leído o escuchado muchas veces, pero no está de más recordárselos a los inútiles -ellos sí, por desgracia para todos- que se han propuesto desterrar de las aulas cualquier estímulo para la forja del criterio. En un sentido amplio, el "arte de vivir" se opone a la necia "dictadura del utilitarismo y el lucro". Con su insistencia en la didáctica, las "pedagogías hegemónicas" han descuidado la verdadera formación, que no tiene nada que ver con la capacitación de profesionales. El "mito de la escuela digital" no puede suplir las enseñanzas de los profesores que ejercen como tales, en contacto directo con los alumnos y sus problemas o habilidades. La instrucción tiene un "horizonte civil" que implica el cuestionamiento de lo consabido y los principios de la "ortodoxia dominante". Frente a la obsesión por el rendimiento acelerado, cabe invocar el elogio nietzscheano de la lentitud, consustancial al aprendizaje. Sumada al placer que procura, la lectura de los clásicos puede afrontarse a la manera de los "ejercicios espirituales" de los que hablara Hadot, cuando defendía el sentido práctico de la filosofía como escuela de vida.
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