La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
El que venga a ti con un improperio o un desdén, ése es el perdedor. No se debe insultar a nadie, en principio por principios, pero en última instancia porque el insulto es una campanuda proclamación implícita de impotencia e inferioridad. Pasa siempre, también en política. Quizá podría medirse (yo no lo he hecho más que a ojo de cubero) la proporción de insultos entre Vox y el PP, y viceversa. Diría que el sorpasso de Cataluña ha incrementado los desplantes y desprecios del PP a Vox (que ya venían creciendo, casi como una profecía, como se vio en la respuesta de Casado a la moción de censura). Mientras tanto, los de Vox al PP menguan. Lo de la "derechita cobarde" resuena a veces, sí, pero como un eco distraído y lejano, distante del eslogan emberrenchinado que fue en su momento. Preguntado por el batacazo catalán del PP y Cs, Abascal ha dicho que confía que se recuperen pronto, porque ocupan un espacio legítimo que él no tiene la ambición de ocupar.
¿Por qué doy importancia a este cambio de papeles? Porque creo que el sorpasso no es sólo cuestión cuantitativa, sino de actitudes, proyectos y discursos. Algo así como ese momento sincronizado en que un coche adelanta a otro en una autopista nocturna. El que viene por detrás trae las luces cortas, pero, cuando están a la misma altura, el más rápido pasa a las luces largas y el adelantado se resigna en ese instante a cambiar a las cortas. La imagen es buena, creo, porque (volviendo a los insultos) nos explica el mecanismo por el que el que se sabe ya por detrás empieza a concentrarse (queriendo o no, consciente o inconscientemente) en no perder las luces rojas del más rápido, que tiene que cambiar a su vez la visión, para atisbar el horizonte con una perspectiva más blanca.
Como en política las cosas no están tan claras como en una autovía, yo recomendaría a los partidos que no saben del todo quién va delante, quién adelanta ni quién se queda detrás, que no condesciendan tan precipitadamente a los insultos desesperados, porque transmiten al subconsciente colectivo de votantes, simpatizantes y dudosos que se está perdiendo la cabeza de la carrera. De los tres partidos de la oposición, PP, Cs y Vox, el que más tiempo pierda en arremeter contra los otros dos o contra uno en vez de en controlar al Gobierno y a sus socios, estará transmitiendo la sensación de que ha abandonado el liderazgo del pulso contra Sánchez e Iglesias.
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