La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Minerva, la diosa del gobierno local
El resultado de las elecciones venezolanas es bien conocido: una participación de apenas el 30% según el Colegio Nacional Electoral, chavista, que no ha podido inflarlo más porque sondeos de agencias sólidas situaban la participación en apenas un 20%. Desde Bruselas, Borrell, responsable de la diplomacia europea, promovía un documento en el que los ministros de Exteriores rechazaban el resultado porque en esas elecciones no se habían cumplido las reglas mínimas que exige un país democrático.
Además de Nicolás Maduro, con esas palabras y gestos triunfalistas que ya no convencen siquiera a parte de los suyos, dos españoles de primera línea deberían reflexionar sobre su gran capacidad para insistir en el error: el ex presidente Rodríguez Zapatero y el vicepresidente segundo Pablo Iglesias. Su ridículo es inconmensurable. Su defensa a ultranza del chavismo y la revolución bolivariana pone de manifiesto que se dejan engañar, o se quieren dejar engañar, ante las evidencias de que Maduro es un dictador de la peor especie que ha devastado Venezuela y cercenado la libertad de sus habitantes. Zapatero e Iglesias en el escenario internacional sólo se mueven en función de sus intereses: hace falta ser muy inconsecuente para apoyar a Maduro.
A Zapatero no le afectan las contrariedades en su trayectoria política, tiene su futuro asegurado con el salario de ex presidente; en Venezuela le siguen tratando a cuerpo de rey porque debe ser el único ex primer ministro europeo que defiende el chavismo, y siempre habrá un organismo manejado por la ultraizquierda que le contrate para alguna conferencia pagada a precio de oro.
Iglesias jamás soñó con formar parte de un Gobierno, así que los reveses los compensa con la satisfacción de ser recogido en su chalé por un coche oficial y escolta, al igual que su señora. Nunca se vio en otra igual. El revolcón de Maduro le debe parecer peanuts. Sin embargo, su falta de prudencia, su incontinencia verbal y su empecinamiento en posiciones que provocan problemas al Gobierno le acaban de pasar factura: le han quitado el billete de avión a Marruecos.
Fuentes oficiales dicen que la necesidad de reducir la delegación por el Covid, que sólo acudirán los ministros relacionados con los temas a tratar y otros etcéteras absurdos, dejan a Iglesias en tierra; pero los que saben de qué va la cosa con Marruecos -en La Moncloa siguen creyendo que los españoles son idiotas- no tienen la menor duda de que Sánchez, que sigue presionando para ser recibido por Mohamed VI, ha comprendido que su vice segundo es persona non grata en Palacio.
En política exterior los bocazas no suelen tener sitio.
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