La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Líbreme la Razón de querer llevarla, y de la tentación, habitual y resentida, de tomar por imbéciles a quienes no piensan como una. Este artículo se titula Idiotas, pero los idiotas de los que hablo -al igual que los sabios para Confucio- lo son para empezar sin ideas, aunque después encajen con precisión en el engranaje de ideologías prefabricadas para las mentes y los corazones más impresionables. Hablo además de los idiotas en su raíz primera: para los griegos, idiotes es en sentido estricto "un particular", el que va a lo suyo, aquel que no se ocupa de lo común y público sino de sí y sus asuntitos. Donald Trump es un ejemplo de idiota de pura cepa que ha ejercido el poder de la res publica en provecho propio. Los que se hacen pasar por servidores públicos para, en realidad, servirse de lo público son la peor calaña de idiotas, ya que usurpan lo común en beneficio propio. Se cuentan por manojos.
Hay ideologías, más hondas que las diatribas consabidas de izquierdas y derechas, que saben que, si logran transmutar a los ciudadanos en perfectos idiotas, será mucho más fácil tomar el poder y ejercerlo -en provecho propio, claro- sobre una masa encantada de serlo y de sentirse satisfecha en su jugo. Esto se consigue torpedeando la Educación y, con ella, la disidencia, y a través de redes y medios, no sólo con fake news sino también con la creación de deseos, frustraciones y vidas ideales que cristalizan en publicidad o en stories de Instagram, y que provocan en el idiota una necesidad instantánea de mímesis. Un detalle intranscendente: en una de esas stories, una famosa influencer pide a sus seguidores que le digan sitios nevados cerca de la ciudad de Sevilla para ir a hacerse fotos. A su vez, ella difundiría esa información para otras que siguieran su genial idea de autorretratarse en la nieve. Todo ello, tras la recomendación de protección civil de no tomar el coche durante el paso de Filomena. Me pregunto si la idiotez de quien va a lo suyo en lo menor, como meterse en carretera en plena borrasca para subir una foto a su Instagram o hacer una rave masiva en estos momentos, acaso se diferencian mucho del alma-cántaro de los cuernos que asalta el Capitolio, o del histrión mayor Donald Trump. Cuando el ciudadano troca en idiotes no cabe hablar realmente de democracia, sino de una versión peligrosamente falseada. Ahora, que el coronavirus nos está enseñando a la fuerza el valor de lo común, los idiotas relucen como soles.
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