¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Cuando el CIS hace encuestas de intención de voto, el recorrido es muy simple: cada partido interpreta los datos según sus intereses pero siempre llega un momento en que la bola de cristal se convierte en realidad. Verificable y tangible. Las estimaciones se vuelven hechos cuando llega el momento de votar. Todos nos tenemos que retratar. Incluso cuando decidimos quedarnos en casa, votar en blanco o castigar el sistema con una papeleta nula.
El sondeo que el CIS ha publicado este lunes aborda un tema tan complejo y controvertido como la “percepción de la igualdad” y lo hace con una dificultad añadida: son sentimientos. Podemos discutir y criticar si hemos cocinado mejor o peor los datos, cuestionar a quién hemos encuestado y hasta discutir el enfoque de las preguntas. Pero al final lo que tenemos es un océano de percepciones y opiniones que no vamos a poder validar ni refutar. Por eso, aunque siempre podemos distraernos fabricando relatos y buscando culpables, ¿por qué no aprovechamos la ocasión para hacer autocrítica?
Nos preguntan cómo hemos cambiado en la última década y casi la mitad de los hombres (un 44%) piensa que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad que ahora se está discriminando a los hombres”. En el caso de los jóvenes se eleva al 51% y se comparte incluso por las mujeres: tres de cada diez opinan igual. Los datos se matizan si introducimos el factor ideológico (no hay tanta percepción de opresión entre los hombres que votan izquierdas mientras que se dispara al 66% entre los afines al PP y el 88% para los de Vox) pero hay un poso latente de malestar muy compartido.
Equilibrar una balanza siempre tiene consecuencias. No hay ninguna brecha, de la económica a la de igualdad pasando por la social de las migraciones, que no conlleve esfuerzo y generosidad. Para que unos mejoren su posición, otros tienen que bajar. El desafío en las políticas de igualdad es convencernos como sociedad de que es un camino obligado que tenemos que transitar porque al final nos beneficiará a todos. Porque es lo justo hoy y porque será rentable mañana. Que siga habiendo asesinatos machistas es una señal de alarma de que el sistema sigue fallando; que media España se sienta agraviada por los avances de las mujeres dice mucho sobre cómo lo estamos haciendo y, sobre todo, contando. Empecemos por el principio: no lograremos nada si la balanza no la zarandeamos juntos. Con posiciones de consenso, no de conflicto.
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