Trinidad Perdiguero

Historiadores locales

Su labor y aportaciones pasan desapercibidas a veces por la potencia patrimonial de la capital

08 de mayo 2019 - 02:32

El domingo coincidieron en Diario de Sevilla una entrevista de Luis Sánchez-Moliní a Julio Mayo -el archivero de Los Palacios que recompuso los legajos tras el fuego en el Ayuntamiento en 2013- y la noticia del incendio en la Hacienda de Ibarburu, en Dos Hermanas. En este último caso, no sirvieron las advertencias que Fernando Bejines, también historiador palaciego, había hecho junto a otros sobre el abandono y el expolio en el inmueble, del XVIII, símbolo del esplendor que alcanzó la economía rural de la zona con las exportaciones de vino, aceite y aguardientes a las Indias.

Las informaciones me hicieron reparar en el papel de los investigadores locales, de la Historia de los municipios, que suele pasar desapercibido en una provincia en la que la potencia en ese sentido de la capital acapara el afán de los primeros espadas de las universidades y las publicaciones, aunque son los que han logrado a veces salvar de las cenizas del olvido a esa otra Sevilla que son sus pueblos, una realidad que va más allá de un eslogan afortunado.

Conocí a Julio Mayo en una nave, tras el incendio, entre documentos clasificados en cajas de fruta para que se airearan, con voluntarios y una implicación que sobrepasaba su condición de funcionario. Acudí a él después para que me hablara de la historia de Utrera y los gitanos, vinculada a la ruta de las Indias. Más recientemente, he podido conocer a Gerardo García, que me relataba con pasión el contenido de documentos que ha examinado durante 20 años de investigación en el potente Archivo de Protocolos Notariales de Écija, con Marina Martín, otra archivera municipal, que han recogido en el libro Écija Artística: Colección Documental, siglos XVI y XVII.

Otro ejemplo reciente de ese compromiso con la memoria de lo más cercano es la Plataforma para la Conservación y Digitalización del Archivo de la Parroquia de Nuestra Señora de la Oliva, en Lebrija, que se remonta a 1509. Han hecho un crowdfunding para sufragar los trabajos. Es ahí donde se ha certificado que uno de los últimos de Filipinas, Miguel Pérez Leal, era vecino de Lebrija, que le ha dedicado una calle.

Se podría citar a muchas personas, como Virginio Carvajal Japón, al que no conocí, pero ya se sabe hasta dónde llevó la curiosidad por su apellido, en un municipio que terminó visitando el hoy emperador Naruhito. Y, también, a José Antonio Fílter, fundador hace 16 años de la Asociación Provincial Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales, con 150 integrantes de 70 municipios, que hallan en ese foro un lugar de intercambio y apoyo a su trabajo. Acudo en ocasiones a este cronista de Cañada Rosal, experto en las Nuevas Poblaciones, si tengo que poner en contexto aspectos del pasado de los pueblos pequeños que se convierten en noticia, para que me remita a alguien que los haya estudiado. Siempre encuentro respuestas. Ahora, Fílter me cuenta que la asociación va a crear un premio para trabajos de fin de grado y tesis sobre Historia y Patrimonio de los municipios, para alentarlos, publicarlos y darles difusión. Bravo por ellos y por tantos otros.

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