Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Con la venia
Vivimos en una sociedad tan polarizada que los mismos que criticaron a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, por decir "chiqui" justifican al consejero de Salud, Jesús Aguirre, por decir "culillo" y viceversa. Ella con su acento sevillano, él con su acento cordobés. Me parece bien que ambos empleen el lenguaje coloquial, sin exagerar. Ni la tribuna del Parlamento de Andalucía, ni un canutazo a las puertas del Congreso de los Diputados deben ser un lugar para el engolamiento. Solo a Emilio Castelar se le ocurriría aquello de "Dios es grande en el Sinaí, su voz precede al trueno", ahora cambiado en el lenguaje político por "hoja de ruta", "línea roja", "poner en valor", "confinamiento perimetral", "aplanar la curva" y tópicos por el estilo. Durante años la Cámara de los Comunes del Reino Unido se negó a que entrasen las cámaras de la BBC para evitar que los diputados usasen la tribuna para dirigirse a los votantes en lugar de hacerlo al resto de parlamentarios, con objeto de no vulgarizar los debates. Mientras no se abuse, los giros coloquiales son preferibles al lenguaje opaco de la política. Proponía Miguel Ángel Aguilar que estuviese prohibido leer las intervenciones parlamentarias así evitar las lenguas de madera, el lenguaje administrativo redactado por el último llevador de maletas de entre la legión de asesores que escoltan a los cargos públicos. Recuerdo a una diputada provincial, hoy delegada de Cultura de la Junta, que llevaba escritas hasta las réplicas. Añadiría, como dijo Ana López Segovia: ¡vivan los acentos!, que cada uno utilice el suyo. No existe eso que llaman acento andaluz porque los de Granada o Almería no hablan igual que los de Sevilla, en Sanlúcar se cecea y en Cádiz se sesea. A María Jesús Montero se le escucha un seseo y un ceceo en la misma frase, quizás por el afán reivindicativo de hablar como se hace en Triana aunque parezca una botella de gaseosa a la que le quitan el tapón. Con Lola Flores se ha descubierto el acento por obra y gracia de la cerveza de los sevillanos, la Cruzcampo, cuando todo lo que tiene ese anuncio es falso: ni Lola Flores hablaba de esa manera ni pensaba así, lo que no quita el éxito comercial del anuncio. Va a resultar que La Faraona sabía más dialectología que Manuel Alvar. Como cantó ese gran líder de la enseñanza, el feminismo y la ética con nombre de colegio: "Si este pueblo se disparata con la boda de un matavacas y la hija de una duquesa, si este pueblo se arrodilla ante una espada y una mantilla ese pueblo me da vergüenza". Por no hablar de Pablo Motos con ese programa obsesionado con los acentos en el que no se sabe si hay vida inteligente. Otro día hablamos del Caricato Dos Hermanas.
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