Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
El periscopio
GREXIT. En estos tiempos trepidantes en los que las noticias se suceden sin que nos dé lugar a digerirlas adecuadamente, y en los que un acontecimiento nuevo solapa inmediatamente al anterior, lo que hoy nos impacta o preocupa mañana pasará al olvido casi definitivamente. Hace poco, no tanto, apenas un año, el acrónimo de moda era Grexit, la posible salida forzada de la UE de ese miembro díscolo, incómodo y mentiroso que era Grecia, el pariente incumplidor que alberga toda familia que se precie y que se tolera en las cenas de Navidad procurando sentarse lo más lejos posible de él. Después de meses de amenazas y bravuconadas mutuas, se decidió que el daño sería menor si se le permitía continuar dentro, y controlado, que fuera y haciendo de las suyas. Sea. Hoy nadie habla o se plantea -al menos por el momento- el Grexit (que para España y el resto de países periféricos constituiría una verdadera catástrofe).
BREXIT . Durante las últimas semanas, más allá de la soporífera campaña electoral, los medios -en particular los económicos- no hacen otra cosa que bombardearnos con información sobre la -según las encuestas, probable- salida del Reino Unido de la Unión Europea. Las consecuencias financieras de la misma -se nos advierte- serán apocalípticas y poco menos que las aguas del Canal de la Mancha se tragarán lo que quede del continente europeo. Las bolsas del continente reaccionan a los sondeos -que auguran una ventaja para el Brexit- y perdieron la pasada semana alrededor de 400.000 millones de euros, casi la mitad del PIB español, en una sobrerreacción un tanto irracional. Es cierto que países limítrofes o fronterizos como Irlanda u Holanda sufrirían seriamente esa salida de la Unión (con un impacto negativo de un 2% del PIB), por no hablar de la situación verdaderamente incómoda que situaría a, por ejemplo, Gibraltar o Irlanda del Norte, que podrían ver alterado su status. O de Escocia, poco proclive al Brexit. Hay que tener en cuenta, en cualquier caso, que el Reino Unido ni es miembro de la moneda única ni del tratado Schengen y que para España, ese impacto apenas alcanzaría el 0,2% del PIB.
BREMAIN . No obstante, las casas de apuestas -quienes suelen acertar en la predicción del futuro: se juegan la pasta en ello- dan por hecho que, a la hora de la verdad e igual que ocurrió en el referéndum escocés, los británicos votarán por el mantener el statu quo, por mucho que desagrade a una mayoría. De la misma opinión es el prestigioso semanario The Economist (Brexit Polling), que defiende que, aunque los partidarios de la salida lideran las encuestas, hay un gran número de indecisos y, sobre todo, la tradición británica en este tipo de votación indica que los isleños rara vez se decantan por lo desconocido y oscuro como opción preferida. De todas maneras, por si acaso, el gobierno de Cameron ha sacado su artillería pesada: más impuestos, más recortes, y más austeridad si gana el Brexit. Así las cosas, el resultado se me antoja claro. Por lo menos en Gibraltar, Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Y también en la UEFA: de ahí no se quiere ir nadie.
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