¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Lo sé, me moriré sin ver Gibraltar español. Puede que sólo una catástrofe o un nuevo Moisés separe las aguas para que pase el pueblo encogido de una orilla a la otra del mar nuestro de cada día. El último acto de esta comedia de más de tres siglos fue de hace pocos días. Ayer se dijo que la cosa estaba ya, como se habla en los partos, y llegó mañana y todo se difirió, no era hoy pero hemos avanzado mucho, no se han hecho bien las cuentas. Este tipo de cosas me irritan sobremanera. Como todo lo que hacen creyendo que somos tontos y nos chupamos el dedo.
A ver, ¿por qué no empieza usted a no mentirme? ¿Qué queremos nosotros y qué no nos dan? El aeropuerto, por ejemplo, se hizo en un suelo que era español y ahora no nos dejan ni su utilización conjunta. Somos los más tontos. Va a ser verdad que el mundo se divide en dos, los tontos y los listos. Y los tontos trabajan para los listos. Cuando me expusieron la ecuación hice una objeción: ¿Son siempre tontos los tontos y siempre listos los listos? Todo el mundo sabe que no, que va por barrios. Hay gente que un día fue lista, es como lo del mi abuelo que ganara una batalla. Mirad mis condecoraciones del pasado. Puedes vivir de la ensoñación –no se ganan, se heredan elegancia y blasón– pero un día te despiertas como si te hubieras caído del mundo. Exclamando ¡andaaa! Pero como lo del Dante, olvida toda esperanza.
Me moriré sin ver Gibraltar español, y mira que me gusta el Gibraltar que todavía encierra la matrioska del Gibraltar actual. Que haya en una pequeña plaza una iglesia anglicana, otra católica, una sinagoga y una mezquita me parece muy fuerte con las gafas que miran y ven lo que siempre cuenta Téllez, que los niños de aquel Gibraltar nunca habían visto una vaca, ¡una vaca! La colonia, no se suele decir, está llena de casos particulares. Como de la seguridad de que A, B y C son los que mandan de verdad. Y no Picardo y los otros. Ni siquiera los activos lobistas de por aquí o de por allí.
Gibraltar ha sido sin duda dos cosas siempre: una fábrica de dinero y un asentamiento militar. Nadie como los ingleses para esta armonía revestida de los ropajes más impecablemente democráticos. Pero que no toquen la madre. Esto es, ni el dinero ni lo militar. La gran lavadora y el astillero para arreglar los submarinos nucleares son la aurícula y el ventrículo de la Roca. Como el dicho es Gibraltar: estas son lentejas…
También te puede interesar