La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Que yo pago la luz en dólares?
La tribuna
QUIZÁS usted, como yo, como tantas personas, esté preocupado por la crisis económica y por los recortes sociales que nos acechan. Quizás usted consuma medicamentos, sufra alguna patología crónica, y le hayan congelado la pensión, disminuido su salario o, desgraciadamente, se encuentre en paro y tenga dificultades incluso para pagar lo que le corresponde de sus medicamentos. Quizás incluso haya tenido que visitar algún hospital y ya le hayan presentado una factura de las llamadas sombra, sobre el gasto que haya supuesto atenderle, o simplemente le hayan dicho que sus tratamientos son muy caros.
Puede también que haya oído por ahí que se abusa de la utilización de los servicios sanitarios, especialmente las urgencias, que mucha gente no se toma los medicamentos que le recetan, y que todo esto amenaza la sostenibilidad del sistema sanitario. Quizás por ello se sienta culpable, y si no se siente así, haya llegado a pensar que otros usuarios como usted sí que lo son. Lo que quizás no sepa o no perciba es que a usted y a otros como usted, o a sus familiares o a sus vecinos, incluso a los profesionales de la salud que le atienden, los están haciendo culpables de las muchas ineficiencias del sistema. Y además, en caso de que estos argumentos le hayan hecho mella, le están preparando para aceptar como inevitable algo que, quizás también, no tenga por qué serlo.
Ni usted ni yo tenemos que negar que hace mucha falta que todos nos responsabilicemos de unos servicios públicos, sanitarios o no, que hemos tardado generaciones en conseguirlos y que sería un gravísimo error por parte de todos, gestores, profesionales y usuarios, deteriorarlo al punto de su extinción. Fíjese lo que le está costando a Barack Obama conseguir una asistencia sanitaria universal en su país. Cuando algo se privatiza, la marcha atrás es tarea casi imposible, y lo que antes era un derecho pasa a convertirse en un bien de consumo más.
Por eso es importante que caigamos en la cuenta de lo que nos jugamos. Y por eso también no sólo hay que tomar medidas restrictivas, sino probar nuevas alternativas que puedan aminorar gastos evitables y añadir eficiencia en la utilización de los recursos disponibles. Como el caso de nuevas prácticas asistenciales que traten de añadir eficiencia a lo que hay.
Un ejemplo: un paciente acude a una consulta de una de estas nuevas prácticas asistenciales. Tiene ochenta y tres años y su médico le ha dicho que, como su corazón está muy lento, le van a tener que poner un marcapasos. Marcapasos que, según los datos publicados por los servicios sanitarios, cuesta implantarlo más de nueve mil euros. Este nuevo profesional estudia la medicación del paciente. Comprueba que un medicamento le está produciendo ese efecto de enlentecer el corazón y sugiere al médico del paciente su sustitución por otro, de beneficios similares, pero sin esos efectos perjudiciales. Se evitó el marcapasos. El gasto farmacéutico del paciente se elevó en un euro al mes, pero se evitó otro procedimiento sanitario muchísimo más costoso, en un paciente al que se le podría pagar doscientos años más de medicamentos con el ahorro del marcapasos.
Esta práctica asistencial se ha denominado en Estados Unidos Medication Therapy Management y en España Seguimiento Farmacoterapéutico. En Norteamérica, hay estudios que demuestran que por cada dólar invertido en pagar a profesionales que ejerzan esta actividad, la entidad proveedora -lo que en España serían nuestros servicios de Salud- ahorra más de cuatro dólares. Un negocio rentabilísimo para todos. Y no sólo porque lo público sea de todos, sino porque se evitan, además de gastos innecesarios, sufrimientos también innecesarios en personas como usted.
Es obvio que este caso es, aunque real, anecdótico. Andalucía ha sido pionera en esta nueva práctica asistencial, para la que todavía no hay profesionales formados en cantidad suficiente. Profesionales que, dicho sea de paso, son farmacéuticos, deseosos de contribuir con su esfuerzo a nuestra sociedad. Al igual que con otras apuestas sanitarias, todos necesitamos la oportunidad de invertir en un centro piloto, en el que se puedan estudiar los beneficios reales de esta nueva práctica, y obrar en consecuencia.
Quizás todo esto no lo supiera usted. Y ahora que ya lo sabe, ¿piensa que otra sanidad pública es posible? Si cree que sí, exíjanoslo a todos. Está en su derecho.
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