Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
EN los estertores de esta campaña electoral del 19 de junio, Juan Espadas, el candidato del PSOE-A a la Presidencia de la Junta de Andalucía, está optando por una defensa a ultranza de las políticas del Gobierno central de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, aunque él lo resuma en las que aplica Pedro Sánchez.
Y lo hace pese a que en el último debate en Canal Sur encajó mal que el candidato del PP y presidente autonómico, Juanma Moreno, le acusase con reiteración de ser “el delegado de Sánchez en Andalucía”. Tanto lo repetía que hasta Espadas, tan moderado y educado como Moreno –de eso no hay duda–, le espetó un cortés reproche: “Oiga, que yo tengo mi corazoncito”.
En principio parece lógico que el hombre elegido por el presidente del Gobierno para ser el candidato, tras lograr la laminación final de Susana Díaz, defienda a su mentor.
Porque Sánchez eligió a Espadas como cartel electoral pese a que tiene un talón de Aquiles: la vinculación de su mujer con el caso de la Faffe (es una de las contratadas). Aunque sólo Macarena Olona y Vox optaron por enfatizarlo con su apelación a “la banda del Wordperfect”. El PP, no: quizás no quiere ofender al ex votante socialista al que pide el voto útil.
Pero lo que sorprende más es que Espadas use de aval a Sánchez mientras el andaluz medio sale con cara de mosqueo del supermercado cuando revisa un ticket un 15% más caro, o el mismo día en el que la gasolina marca un récord cercano a los dos euros aun con el descuento de 20 céntimos o en el que la luz sube incluso después de haber topado el precio del gas.
No lo entiendo. Quizás los socialistas tienen datos ignotos que les aseguran que defender a Sánchez atraerá votos con el puño y la rosa el domingo. O será que en los mítines le preocupa menos su corazoncito.
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