La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Aquella noche del 20 de octubre no pasó nada que mereciese la pena en el Pierre Mauroy, pero hoy sí han de pasar cosas para que el Sevilla se agarre a la clasificación de Champions. Tres puntos en tres partidos es demasiado poco para un Sevilla que marcha viento en popa por la Liga. Tres puntos que pudieron ser menos si la ley de los penaltis no hubiese sido tan favorable para los de Lopetegui, pero eso es agua pasada y la de hoy empuja.
Desde la noche de los penaltis ante el Salzburgo, el Sevilla no recibe en Champions. Tres empates le alumbran con profusión de tiros desde los once metros y aparece la cita de hoy con la obligación ineludible de derrotar al vigente campeón de la Ligue 1, léase Primera División francesa. Ganar o ganar es la cuestión frente a un equipo que le puso las peras al cuarto al PSG este fin de semana, pero que acabó cayendo bajo la bota del argentino Di María y sus cuates.
Duodécimo en la tabla y a la sideral distancia de dieciséis puntos del líder PSG, el LOSC no vive los mejores días de su existencia. Manteniendo la esperanza en un turco de 36 años, el vigente campeón galo está en una línea declinante y eso da pie más que suficiente para pensar que la misión de esta noche no debería ofrecer demasiadas dificultades a un Sevilla que ha logrado fortificar de tal manera su feudo que sólo guarda el mal recuerdo de la noche del Salzburgo.
Insistiendo en que ganar o ganar es la cuestión, obligada cuestión, que el Sevilla tiene por delante. Con el Salzburgo destacado, el Sevilla a cuatro puntos y a cinco por barba Lille y Wolfsburgo, la igualdad en ese Grupo G es indudable. Todos, unos más que otros, abrigan posibilidades de clasificación, pero lo que nos importa es qué será del Sevilla en esta carrera a octavos. Y para que el horizonte se aclare han de cesar las dudas y apelar al comportamiento doméstico.
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