La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
TODOS quieren a Galicia, dedican a Galicia su tiempo libre, han despejado la agenda de las dos próximas semanas para dedicarlas a Galicia, a recorrer Galicia, a presentar sus propuestas para Galicia y para mejorar la vida de los gallegos. Galicia mon amour.
Son las primeras elecciones tras el 23 de julio, una fecha que no fue buena para nadie. Ganó las elecciones el PP de Feijóo, pero necesitó a Vox para gobernar, y Vox no es un partido por el que el PP sienta una atracción irresistible. El PSOE de Pedro Sánchez no ganó las elecciones, aunque Sánchez hizo cuentas esa misma noche y en cuanto vio que podía gobernar si sumaba todos los escaños no pertenecientes al PP y Vox, se puso a la tarea en una compraventa de votos que ha provocado la situación más incómoda, y más polémica, de la reciente historia de España.
Sánchez necesita un buen resultado en Galicia para superar las tensiones internas que vive el PSOE y el cuestionamiento de su figura. Pero sobre todo lo necesita para fortalecer su liderazgo, porque incluso los más leales empiezan a cuestionar sus políticas: los socialistas no han ganado ningunas elecciones desde las generales de 2019.
Ha asumido que el BNG volverá a ganarle en Galicia, y el objetivo hoy de Pedro Sánchez es ser segunda fuerza y que, con el BNG, pueda desalojar al PP de la Xunta.
Lo primero es difícil, el BNG está fuerte entre otras razones por la debilidad del PSdeG. Pero en cambio, en función de la campaña electoral, sí podría darse el escenario de que la suma de la izquierda fuera mayor que la del PP –todos los sondeos dejan a Vox fuera del Parlamento gallego– y se forme un Gobierno de izquierda.
Ese Gobierno, de conseguir la izquierda la mayoría necesaria, tendría a la candidata del BNG, Ana Pontón, como presidenta si se cumple lo que auguran todos los sondeos, que el partido nacionalista dejaría muy atrás a los socialistas del PSdeG.
Pontón lleva 20 años en política, siempre en el BNG. Universitaria, estudió Políticas en Santiago, procede del ala más radical del Bloque, UPG, pero ha tenido la inteligencia de hacer cambios importantes en el partido, con renovación de sus figuras y moderación en las posiciones políticas y también en el comportamiento. Se ha convertido en una líder que cuida las formas y los detalles, es buena negociadora y con las ideas muy claras. Yolanda Díaz ha intentado un acercamiento con el BNG después de haber utilizado ese partido para su promoción personal, como utilizó a otros partidos, pero Pontón no quiso saber nada de alianzas.
Pablo Iglesias –también traicionado por Yolanda Díaz– ha pedido a los seguidores de Podemos que voten al BNG. La puntilla para Sumar, que sólo aspira a tener representación parlamentaria.
Tardó mucho Yolanda en conseguir candidato para la Xunta, todas las propuestas que hizo tuvieron respuesta negativa, hasta que no tuvo más remedio que indicar a la portavoz parlamentaria de Sumar en el Congreso, Marta Lois, que aceptara. Lo hizo, y pretende hacer creer que está muy ilusionada con su candidatura, cuando es vox populi que se resistió todo lo que pudo, prefería mantener su escaño en el Congreso con la portavocía. Para Yolanda Díaz, un mal resultado en Galicia sería un fracaso difícil de sobrellevar, su figura se devaluaría de forma automática y, con ella, su partido, Sumar.
Un conglomerado que vive momentos difíciles. Desde julio ha perdido la mitad de los partidos que formaron parte de Sumar cuando se fundó, entre ellos Podemos. Ha dejado en el camino los 5 escaños de Podemos, ahora 4 porque la decisión de Lilith Verstrynge de renunciar a la política hizo que su escaño fuera a manos de En Comú, fiel a Yolanda. Pero Sumar ha perdido fuerza ante Pedro Sánchez. Yolanda Díaz ya la había perdido en Galicia como se ha visto en la falta de votos el 23 de julio, pero si el 18 de febrero Sumar no consigue al menos un par de escaños en el Parlamento del Hórreo, la carrera de Yolanda Díaz entrará en un declive imparable.
Las elecciones gallegas tienen una importante repercusión nacional, de ahí que todos los líderes nacionales estén volcados en la campaña electoral. El sábado se encontraron en Galicia Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo, Santiago Abascal y Yolanda Díaz. Para todos ellos Galicia se ha convertido en la región más importante, la que hay que defender, atender, querer. Galicia mon amour.
El candidato del PSdeG, José Ramón Besteiro, sale con el inconveniente de que es el menos conocido de todos los que se presentan, aunque fue presidente de la Diputación de Lugo durante muchos años. Secretario general de los socialistas gallegos, la pasada primavera Sánchez lo destinó a la Delegación del Gobierno, donde permaneció sólo unos meses porque se presentó a las elecciones generales y es diputado desde el 23 de julio.
Sólo el candidato de Vox es menos conocido que Besteiro. Por no decir que se trata de un auténtico desconocido. Abascal tuvo dificultades para encontrar quien se presentara a la Xunta, hasta que logró la aceptación de Alvaro Díaz Mella, un prejubilado de Telefónica de Vigo que en las últimas municipales tuvo un resultado irrelevante. Sin embargo, el puñado de votos que pueda lograr, que en ningún caso darían un escaño a Vox, podría impedir la mayoría absoluta de Alfonso Rueda.
Como ocurre con el peculiar alcalde de Orense, Díaz Jácome y su partido Democracia Ourensana. Con más posibilidades que Vox de lograr un parlamentario, es una china en el zapato de la mayoría absoluta que necesita el PP para gobernar.
El PSOE basa la campaña en la necesidad de parar a Feijóo en Galicia para debilitar a Feijóo en España.
En cierto sentido tiene razón, si Feijóo no revalida a través de Alfonso Rueda su mayoría absoluta en Galicia, la izquierda encontrará el eslogan de campaña nacional: a Feijóo no lo votan ni en su tierra, aunque Feijóo no se presenta a las gallegas. Pero también podría decirse de Sánchez, si Rueda consigue la mayoría necesaria, que Galicia ha revalidado lo mismo que el resto de España: que Pedro Sánchez es un lastre para el PSOE, porque sus candidatos, como ha ocurrido en las municipales, han recibido en las urnas el rechazo que iba dirigido directamente al presidente del Gobierno.
En todas las elecciones en Galicia se ha insistido en la relevancia que tenía esa región para el PP en el escenario nacional. Durante años ha sido el bastión del PP, casi el único hasta que Valencia primero y ahora Madrid y Andalucía, se han convertido también en regiones de referencia para el partido que fundó Fraga, el presidente que más marcó la Galicia de finales del siglo XX y principios del XXI. Hasta que llegó Feijóo con sus cinco mayorías absolutas.
A Feijóo se le juzgará a través de persona interpuesta, Alfonso Rueda. Pero también a Pedro Sánchez se le juzgará a través de persona interpuesta, José Ramón Besteiro. Con una diferencia: el PP está con Feijóo y las dudas sobre su liderazgo sin mínimas. En cambio, en el PSOE, si el resultado no es el que busca Moncloa, el futuro se complica mucho para Pedro Sánchez. Por las tensiones internas, que las hay, y porque millones de españoles claman por el relevo en el Gobierno.
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