Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
GALICIA Caníbal, fai un sol del carallo. Media España brincaba en los conciertos de los años ochenta con estas letras salvajes de Os Resentidos, el grupo líder de la movida viguesa que nos enseñó que Galicia era mucho más que un lugar de gente campechana, vacas adorables e inmejorable marisco, que votaba siempre a Manuel Fraga, galleguista a su manera después de haber sido ministro de Franco, inventor del turismo español, fundador de Alianza Popular y excesivo en casi todo –ni tutelas ni tu tías–, miles de gaiteros desfilaban por Santiago los días de su investidura.
Pero desde aquella explosión cultural de los descarados ochenta sabemos que hay muchas Galicias y, en especial, dos, una rural, orensana y lucense, y otra atlántica y urbana, como había dos PP gallegos, el de Romay Beccaría y el de Cuiña.
Los gallegos iban a votar hoy como el que se asoma a la obra, así quería Alfonso Rueda que pasase el trance, sin asistir a muchos debates de televisión, como Feijóo y Arenas, sin ruidos ni puntos de inflexión, pero los sondeos se han ido estrechando en los últimos días porque el Bloque Nacionalista Gallego (BNG) ha acertado con su candidata, Ana Pontón, y el PSOE la ha subcontratado para acabar con la mayoría absoluta.
Feijóo, propio de él, se metió con 16 periodistas en el charco de la amnistía y de los indultos sin que sepamos aún si es que, verdaderamente, cree en una reconciliación con Junts a golpe de medidas de gracia o lo hizo por miedo a lo que pudiera contar Puigdemont de los contactos veraniegos con los populares.
Así que la izquierda sueña con movilizar a las ciudades para robarle la mayoría absoluta al PP, y Rueda confía en que el independentismo del BNG espante a los progresistas y no anime mucho a los voxeros, que no tendrán escaño pero pueden quitarle alguno por los caprichos de los restos.
Las consecuencias nacionales de una derrota de Alfonso Rueda se pueden suponer, Feijóo no resistiría y a medio plazo el PP tendría que buscar a otro líder, pero un Gobierno del BNG reforzaría a aquellos que defienden la España plurinacional como una palanca hacia una confederación que pondría en jaque a la nación española tal como se concibió desde principios del siglo XIX.
Con el BNG en Santiago de Compostela, más el PNV en el Gobierno de Vitoria y ERC al mando de la Generalitat nos íbamos a quedar en minoría frente a una mayoría fáctica de nacionalistas periféricos que no tienen ningún compromiso con España, que es el lugar donde, como diría Mariano Rajoy, viven los españoles.
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