¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El espectro de Paulina Crusat
la esquina
DOS informes conocidos la semana pasada, de muy distinta índole, ámbito y contenido, coinciden en dibujar una situación en buena medida desoladora sobre la situación de la mujer en nuestra sociedad.
Los avances de la mujer son indiscutibles. Ya hay más mujeres que hombres en el mercado laboral, más mujeres que hombres con estudios superiores y empieza a no llamar la atención su promoción a puestos directivos. La ley contra la violencia de género y otras que buscan la igualdad, con todas sus carencias y contradicciones, han evitado muchos sufrimientos y tragedias.
Pero la igualdad material está lejos. El informe del Consejo Económico y Social correspondiente a 2010 indica que las mujeres cobran menos por el mismo trabajo y tardan más tiempo en conseguir su primer empleo. Nada que no pudiéramos conocer o intuir. Pero sí llama la atención, y me parece más grave, el hecho de que la incorporación femenina al trabajo, que ha sido masiva en los últimos años, no ha traído aparejado un reparto más equitativo de las labores domésticas. La conciliación no parece que sea cosa de los dos sexos. En 2002 las mujeres trabajadoras dedicaban una media de 4,5 horas al hogar, y los hombres trabajadores 2,06; en 2010, las mujeres aportan a las faenas de la casa 4,25 horas y los hombres 2,28. Y digo que esto me parece más grave porque no es cuestión de leyes, sino de mentalidades: los hombres no terminan de asumir la corresponsabilidad sobre las faenas domésticas y las mujeres no terminan de imponerla, se someten a la tradición.
Mayor fracaso colectivo pienso que se desprende del otro informe al que aludía al principio, referido a Andalucía. Se trata del estudio del Instituto Andaluz de la Mujer sobre sexismo y violencia de género en la juventud andaluza. En realidad, se refiere a la adolescencia (chicos y chicas entre 14 y 16 años). Ahí van algunas de sus conclusiones: el 60% está de acuerdo o muy de acuerdo con la legitimidad de la autoridad masculina en la pareja, el 61% de los muchachos y el 42% de las muchachas creen que los celos son una prueba de amor, el mito aquel de que "quien bien te quiere, te hará sufrir" -que tanto daño ha hecho históricamente- es compartido por el 68% de ellos y el 75% de ellas. "Nadie como las mujeres sabe criar a sus hijos" es también un estereotipo extendido.
Ante este panorama dan ganas de salir corriendo. O de concluir que algo debemos estar haciendo mal, que la legislación más enérgica posible sirve de poco si no va acompañada de un cambio radical en la educación y la socialización y que se tarda una eternidad en convertir la conciencia de la vanguardia en conciencia social.
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