Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
Puntadas con hilo
Hace seis meses que se firmó la escritura. Lo que fue el Pabellón de la Cruzcampo en la Expo del 92, y que seguía perteneciendo a Heineken, es ahora propiedad de una empresa que lo convertirá en un espacio para la celebración de espectáculos de cante y baile flamenco en directo. La empresa es el Palacio del Embrujo y ya tiene otro local en María Auxiliadora por el que pasan a diario cientos de personas. Sin exagerar.
De hecho, el movimiento de turistas que registra este tablao ha obligado en los últimos tres años a la Policía Local a regular el tráfico y estacionamiento de autobuses en la Ronda Histórica y la Carretera de Carmona. Hasta siete y ocho se concentran a determinadas horas de la tarde para desplazar a cientos de turistas que acuden a los dos pases diarios programados.
El show tiene una calidad más que aceptable: hace un recorrido por los distintos palos del flamenco e incluye también piezas de clásico español y una adaptación de la ópera Carmen. El local, que recrea la estética de un antiguo café cantante, completa la oferta al turista con un museo del arte andaluz, una bodega disponible para que touroperadores y agencias programen clases de sevillanas, talleres de abanicos y castañuelas o simplemente un evento premium. Y el negocio (la entrada más barata cuesta 40 euros) no conoce temporada baja desde hace unos años. Los meses más bajos para el turismo nacional y europeo se cubren con el mercado asiático que demanda mucho este tipo de producto. Tanto es así que necesita ampliar y lo hará, a lo grande, en la isla de la Cartuja que, en vistas al éxito de taquilla del tablao, se convertirá en puerta de entrada en la ciudad para muchos visitantes.
Turistas en la Cartuja. El nuevo emplazamiento evitará los problemas de tráfico y estacionamiento de los autobuses y permitirá mostrar una cara distinta de la ciudad, moderna y vanguardista. El tablao se suma a otros espacios escénicos cercanos, como el Teatro Central y el Auditorio Rocío Jurado. La diferencia es que acarreará hasta el recinto del parque tecnológico a cientos de visitantes, una ruta que no contemplan los guías de la ciudad. ¿Es esto lo que quieren ver los turistas? ¿A qué se asocia la marca Sevilla? Patrimonio, cultura, gastronomía y flamenco. ¿Y por qué no a innovación y a tecnología?
Me comentaba hace unas semanas un empresario instalado en la Cartuja que cada vez que traía a alguien de visita a su empresa alucinaba con el entorno. El recinto que albergó la Expo necesita mantenimiento y aparcamiento, mejores comunicaciones y conexiones con la ciudad... pero alberga ya mucho más que lo hace merecedor de convertirse en un distrito independiente de la ciudad, una propuesta que recogen los programas electorales y eso es un buena noticia. Ojalá en cuatro años la Cartuja haya dejado de ser una isla y salga también en las postales turísticas, como una Sevilla de vanguardia, con sus empresas, sus trabajadores, sus centros de innovación, universidades, teatros y, por qué no, un tablao con turistas. Todo es compatible.
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