La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
La tribuna
Ala gran banca le están creciendo los enanos. Por si no fueran pocos los problemas de eficiencia y rentabilidad que tienen, son muchas las startups que intentan quitarles clientes en algunas áreas de negocio específicas, o incluso en todas. Es el mundo Fintech, acrónimo de los términos anglosajones financial y technology, que engloba a los servicios o empresas del sector financiero que aprovechan las tecnologías más modernas para crear productos innovadores en el campo financiero. La referencia es Uber, la startup que se ha convertido en el paradigma de la disrupción de sectores a nivel mundial. Todos ellos acabarán siendo uberizados; muchos, como la prensa, la hostelería o las aerolíneas, ya lo han experimentado.
En el área que más tiempo se lleva trabajando es la de pagos y transacciones, con empresas como PayPal, o como Cashcloud, con su monedero electrónico para smartphones. Pero la expansión se está produciendo en todos los frentes. Así, son numerosas las empresas que ofrecen préstamos interpersonales o las que financian las ventas de las pyme. Seguros, asesoramiento, optimización de carteras de inversión a través de internet o monederos digitales son otros de los servicios que se están ofreciendo.
El volumen de negocio de esta banca sin bancos no para de crecer. El Financial Times hace pocos días, en su artículo Alternative groups seize business from lenders, señalaba que la consultora McKinsey pronostica que en la próxima década la competencia tecnológica reducirá las ganancias de la industria bancaria en un 60% en los préstamos al por menor, como los préstamos para coches, y entre un 10 y un 35% los beneficios derivados del procesamiento de pagos, los préstamos a pymes, la gestión del patrimonio y las hipotecas. Por su parte, la consultora PwC prevé que los nuevos préstamos peer-to-peer en los EEUU se multiplicarán por veinte para 2025.
Los bancos no sólo ven peligrar las comisiones de esas parcelas de negocio sino también su protagonismo como interlocutor con el cliente en lo relativo a su vida financiera. Algunos todavía creen que las estrictas regulaciones les protegerán y pondrán límites al crecimiento del sector Fintech, aunque otros están adoptando posturas más activas, desarrollando diferentes estrategias: colaborando con ellas, estableciendo alianzas, invirtiendo o incluso comprándolas. Un ejemplo es ING, que se asoció con Kabbage para lanzar una plataforma en línea que ofrece préstamos de hasta 100.000 euros en sólo siete minutos, o la puesta en marcha de la aplicación Twyp con la que se puede enviar y recibir dinero de móvil a móvil.
Pero lo cierto es que estas empresas aún dependen de los bancos para desarrollar su actividad. Primero, por la necesidad de recursos, ya que muchas de las plataformas, como la empresa Lending Club, obtienen hasta un 80% de su liquidez de instituciones financieras y no de particulares, por lo que el resultado final es que los bancos prestan su dinero a través de ellas en vez desde sus sucursales. Y segundo, porque las operaciones terminan finalmente necesitando de cuentas corrientes tradicionales, y esta delicada función de captar fondos reembolsables del público la desarrollan con absoluta exclusividad las entidades que disponen de ficha bancaria.
Pero quizá en el futuro se vaya más allá constituyéndose auténticos bancos Fintech, que, libres de la dependencia bancaria por disponer de licencia propia, ofrecerán directamente a los clientes los productos típicos para captar, mantener y mover los fondos, y el resto de servicios los proporcionará un tercero que seleccionen, compitiendo así con todos los servicios bancarios sin necesidad de crearlos: se tratará de buscarle al cliente en el mercado la solución óptima. Ante esta amenaza, es probable que sean los bancos actuales los que se conviertan en bancos Fintech, agregando de nuevo los servicios que las nuevas empresas tecnológicas están desagregando para continuar siendo el punto de referencia en la cuestión financiera.
Lo que esta uberización del sector bancario muestra con claridad es que cualquier escenario concebible pasa por un entendimiento entre los bancos y los innovadores, y que la banca no tiene otra opción que asumir que la tecnología juega un papel fundamental en las actividades financieras cotidianas. El oligopolio del que disfrutaban se está rompiendo, y su tamaño se vuelve en contra frente a la estructura ágil y rápida de estas nuevas plataformas. Disponer de una gran base de datos de clientes pero saber tratarlos de forma personalizada será, como siempre ocurrió en los negocios, la clave del éxito, pero ahora la tecnología reclama, porque lo posibilita, que en el mundo de las finanzas esto se haga de forma diferente.
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