Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Por Derecho
CONCLUYE la cuaresma. Todo se acelera desde que acabó el Pregón, que ha sido, más que nunca, emoción y sentimiento. Como cada año, se repiten los ritos iniciales de la Semana Santa en ésta de Pasión. Hay un instante en el Viernes de Dolores, cuando coinciden los últimos besapiés con las primeras de vísperas, en el cual palpitan al mismo ritmo la ilusión de los niños y la nostalgia de los mayores. Es el momento en el que se vuelca el reloj de arena para iniciar la cuenta, en el que se saborean los primeros tragos de la copa. A muchos les basta con recordar, porque no quieren o no pueden volver físicamente a la Magdalena o al Convento de la Paz, y despiertan la memoria de lo que han vivido, descansando en la seguridad de que se siguen repitiendo inalteradas las ceremonias ya ancestrales que un día les hicieron sentirse sevillanos.
Porque en estos días de espera se difumina todo lo secundario y anecdótico. Nadie se acuerda ya de normas, de dimes y diretes sobre horarios y recorridos o del postureo de cofrades y políticos; del montaje, en fin, que nos mantiene distraídos durante el resto del año. Adquiere ahora relieve lo esencial: una manera inimitable de rezarle a Dios y de unirnos a la Pasión de Cristo y al sufrimiento de su Madre por medio de la belleza; un modo, si no único sí legítimo, de sentirnos sevillanos a través de lugares y momentos concretos que nos conectan con lo que somos, con lo que fuimos, con lo que creemos, con lo que sentimos; que nos vinculan a quienes nos faltan, a los que todavía nos acompañan y a aquellos que nos van a suceder en este empeño.
Contra esto no pueden ni las vallas, que tanto parecen gustar al presidente del Consejo, ni la mercantilización de esta Semana Santa que nos ha tocado vivir, ni su transformación en una fiesta estándar, en la que hasta a la bulla quieren convertir en masa dirigida, como de parque temático. El que escribe así lo piensa, aceptando la crítica y admitiendo que puede estar equivocado. En cualquier caso, y como siempre, repite: que ustedes lo disfruten. Valete.
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