Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
El heraldo de hoy concentra masas, un verdadero gentío que convierte la Avenida en su particular itinerario de gloria camino del escenario colocado justo debajo del balcón del despacho de la Alcaldía. La primera salida del heraldo data del 4 de enero de 1997. Es una costumbre reciente, pero que ha arraigado de tal forma que, como las cosas hermosas de esta ciudad, parecen de toda la vida. Ramón Espejo fue el presidente del Ateneo que apostó por los beduinos a caballo con ocasión de la cabalgata del 92. Hizo la encomienda a Fernando López, que la culminó con tal éxito que recibió del siguiente presidente, Antonio Hermosilla Molina, la misión de encarnar al primer heraldo. El traje fue cortado en la sastrería de El Corte Inglés, que lo presentó con todo boato. López portó con orgullo la Estrella de la Cabalgata de José María Izquierdo. En la calle no había ni por asomo la expectación de hoy con el gran José Manuel Peña Sutil. Todo se desarrolló en un ambiente familiar, con Jesús Martín Cartaya como testigo con la Leica al hombro. La comitiva salió de la antigua sede de la calle Tetuán. Tiró por Sierpes a la ida y retornó por Tetuán. La alcaldesa, Soledad Becerril, recibió al cortejo en el vestíbulo de la Casa Consistorial. Fernando López leyó un discurso breve, sencillo y directo al corazón, y recibió una llaves de la ciudad que no eran la hermosa réplica historicista de hoy.
Uno de los responsables del protocolo municipal, Antonio Lecaroz, improvisó una gran llave de hierro que fue la que Becerril entregó al primer heraldo en la historia de la cabalgata. Cuando López montó de nuevo a lomos de su caballo y ya se marchaba triunfante, Lecaroz se fue en su búsqueda:“¡Fernando! La llavecita no te la vayas a llevar que me ha costado mucho trabajo encontrarla”. Mucha gente asistió con sorpresa al paso de una comitiva desconocida para el sevillano. Sin bullas, ni Cecop, ni megafonía, ni banda de música. Pero sí estaban los beduinos con el palanquín. El presidente Hermosilla se dio cuenta que para el año siguiente habría que contar con una formación de cornetas y tambores. Y así se hizo ya siempre. Cuando el Ayuntamiento decidió en 2019 regalar una réplica de las Llaves de la Ciudad a cada heraldo, Fernando López declaró en el Salón Colón:“He sido el único sin música porque todo el mundo sabe que soy de las Tres Caídas de San Isidoro”. En el recuerdo queda que en aquel vestíbulo del Ayuntamiento estaban Alberto Jiménez Becerril y Ascensión García Ortiz con sus hijos pequeños. El atentado fue el 30 de enero de 1998.
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