La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
El conflicto comienza cuando se enfrentan dos pueblos, el israelí y el palestino, con el fin de poseer las mismas tierras, las mismas casas, la misma agua y por controlar los mismos lugares históricos y religiosos. Ambos pueblos se sienten amparados por la Historia, por el derecho a la propiedad y por las instituciones internacionales. Ambos, también hablan en nombre del único y verdadero Dios, cada uno del suyo, cuya palabra y mensaje interpretan obviamente a su favor”.
Solo unas horas después del ataque terrorista de Hamas, un buen amigo me rescata un par de libros de la editorial Almed: Sin piedad, sin esperanza, del periodista e historiador David Solar, y El muro de hierro de Avi Shlaim, profesor emérito de Oxford y una de las mayores referencias intelectuales sobre Palestina e Israel. El primero aborda el conflicto desde la misma perspectiva de impotencia con que todos somos testigos estos días del horror; de “una tragedia que no cesa”. Shlaim se acerca a la olla a presión que simboliza la Franja de Gaza para todo Oriente Próximo desde su propia experiencia como judío árabe.
Fauda, el título de la serie de Netflix que nos arrastra a las cañerías de una unidad antiterrorista de Tel Aviv, da un paso más desde la ficción y nos sitúa explícitamente en el “caos”: es lo que significa “fauda”, es lo que gritan los israelíes cuando son descubiertos y es lo que subyace, entre líneas, en los intentos de racionalización, explicación y análisis, de quienes intentan poner grises y matices a un mapa de intereses y actores tan complejo que resulta difícil de entender incluso recurriendo al atajo de la dicotomía de buenos y malos.
El actor Lior Raz que protagoniza Mista’arvim, la unidad de agentes encubiertos de la serie bélica, ha sido en la vida real guardaespaldas de Schwarzenegger y llegó a unirse a un grupo antiterrorista de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Su primera novia, con solo 19 años, había muerto asesinada en un atentado. ¿Pretendemos entender el “caos” cuando ni siquiera la ficción es solo ficción?
A veces, comprender no significa otra cosa que asumir nuestras limitaciones y quedarnos con lo esencial. Recordar, por ejemplo, que son dos pueblos los que luchan por unas mismas tierras, por un verdadero Dios, pero sabiendo que no en igualdad de condiciones y no sin interferencias. Entender que el conflicto discurre en múltiples pantallas, en un entramado macabro de vasos comunicantes, donde son otros los que se aprovechan del caos en el tablero geopolítico global.
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