La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
DE POCO UN TODO
LO que significa: "Haré un verso sobre absolutamente nada". Se lo propuso el IX duque de Aquitania, Guilhem de Peitieu, a comienzos del siglo XII. El resultado fue un poema redondo (aunque con un agujero dentro, como un donuts), que nos estremece aún a través de las lenguas y los siglos. La innegable modernidad de Guilhem de Peitieu no estriba sólo en tan felino regodeo en el nihilismo, sino en su anticlericalismo, en sus dos esposas, que una vez repudiadas se fueron a vivir al mismo monasterio, en su cinismo y en su sensualidad. Todo lo cual nos lleva a sospechar que lo que se entiende por moderno no es tan nuevo, al fin y al cabo.
Quizá resultaría más apasionante un artículo sobre él, en vez de éste, empeñado en imitarle. Pero farei un artículo de dreyt nien con la intención de reflejar nuestro tiempo, que es el del aborto, ese agujero negro, y la disolvente multiculturalidad. Fijémonos en la política. Nuestros políticos son grandes expertos en nadas: discursean sin descanso, pero qué cuentan.Cada cual dispone de un método para lograr un vacío tan eufónico. Más perfeccionado es el de Zapatero, y por eso gana las elecciones en la España posmoderna. Con lógica y sintaxis de pensamiento débil, dice lo uno y hace lo otro, de modo que ambos extremos se anulan. Él y los suyos han reconocido explícitamente que mintieron sobre las negociaciones políticas con ETA después del atentado de la T-4 (dos muertos). Y están reconociendo implícitamente que mintieron al negar la crisis económica durante la campaña electoral, que ahora sí.
El método Rajoy es -nomen omen- rajarse. O sea, él expone muy en serio sus principios, pero, como luego no gana las elecciones, tiene otros principios, igual que Groucho Marx y Javier Arenas. Lo del PP es la búsqueda incesante del centro (del centro del donuts). Cuando la muerte quiera una verdad quitar de entre sus manos, las hallará vacías, como en la adolescencia, ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.
La nada lo invade todo. El libro Hilos, de Chantal Maillard, acaba de ganar el Premio Nacional de la Crítica de Poesía, y se lo merece, porque ha captado el espíritu de la época. Qué mejor que dar un premio nacional de una nación que es discutida, discutible y se disuelve como un azucarillo a un libro sobre… ¿sobre qué? La crítica acierta en lo suyo: el poemario está sin duda muy bien cocinado. Es nada montada. Se lo aplaudo: admira que Chantal Maillard haya logrado rellenar 194 páginas de vacío. Yo, menos talentoso, las he pasado canutas para inflar este folio, pero no me negarán que estalla de pura nada. Y si me lo niegan, bueno, pues nada.
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