Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Lo de que “cada cual cuenta la feria según le va” no es solo una frase hecha sino una verdad oracular. Nótese que, en el mencionado lugar común hay dos elementos clave: uno, cómo la vivimos y dos, cómo la contamos, es decir, la imagen que trasladamos de esta Feria. Como servidora no pisa albero (al igual que otros muchos sevillanos, que no dejan de serlo por el hecho de no participar en este peculiar, carero y divertido juego ceremonial), las estampas que les traigo pertenecen más a la Periferia de Abril, como diría el cantautor Daniel Mata, que a la Feria misma. Son tres estampas de los contornos, preparativos y accesos a la fiesta, que he vivido en estos días.
Estampa 1. Interior, día. Peluquería en el centro. Mientras un emplasto vegetal me hace efecto en raíces y puntas, las demás clientas, pletóricas, se dan consejos de supervivencia más parecidos al arte de la guerra que al de la fiesta. Apunten: los pies conviene untarlos de un anestésico, de venta en farmacias, que suele administrarse antes de los tatuajes, la depilación láser y la intervención de queratosis. Y no solo los pies: hay que echarse anestésico en escote y brazos, y así no sientes frío por la noche. Piernas y cachas hay que embadurnarlas de Thrombocid. El ibuprofeno y los comprimidos de B1, B6 y B12 hay que llevarlos ingeridos de casa, preventivamente. Ítem, en el bolsillito del vestido les anidará un boquitín. E, ¡imprescindible!, hay que ungirse entera con el autobronceador marca ACME, que no destiñe si te refriegas con un ligue, ni huele a vinagre. Ahí es cuando pregunto: “El autobronceador, ¿os lo ponéis antes o después del anestésico?”. Se hace un silencio, que rompe en una carcajada coral. Convenimos que estamos todas como la jaca de Peralta.
Estampa 2. AVE Madrid-Sevilla. A mi vagón suben varias réplicas exactas de Victoria Federica (la que se sienta a mi lado, de hecho, va escrutando el Instagram de la borbona cani). Llevan portatrajes y maletas en cuyo interior deben de anidar yunques, qué les pesan. Sube un señor con aires de marqués de Leguineche, que pregunta a quien sea por el móvil si el pescadito (sic) se toma durante el Encendido (sic). Sí, hombre, como las uvas en Nochevieja.
Estampa 3. Hasta los pelos del tren y de viajar después en un Tussam recién potado donde no cabía un alfiler, abro la cancela que da a mi patio. Contemplo los balcones cuajados de mantoncillos, farolillos, volantes que se airean y de esas banderolas tan de moda con letras de sevillanas. Unos y otras charlan de balcón a balcón, se palpa el ambientillo, huele a Feria. “¡Ya has vuelto!”, saluda y abre su sonrisa mi vecina María José, asomándose entre el toldo blanco y verde. Sin duda: he vuelto, esta es mi casa.
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