Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Envío
LO siento por algunos, pero me temo que España, otra vez, empieza a estar de moda. Y no me refiero a la Españita del invento autonómico, autopista de duro peaje hacia el no ser, ni a la España alicorta que sólo nos permite suponernos nación dueña de su destino desde las Cortes gaditanas de 1812, sino de aquella otra realidad enraizada en los siglos, capaz de sobrevivir a invasiones, dinastías y constituciones, forjadora de una civilización fértil y originalísima. La España que como medievalista me tropiezo en cada clase por encima del baile de reinos y principados, de proyectos y coyunturas fugaces, de ideas, instituciones y estructuras. No es la ahistórica España eterna pero casi, la nación con más vieja conciencia de serlo de Europa, la que por ello mismo nunca tuvo necesidad de hacer ostentación de su singularidad, ni mucho menos de idolatrarse a sí misma.
Empiezan a menudear los libros que, como el excelente del P. Santiago Cantera, hoy prior del Valle de los Caídos pero ya antes joven y destacado medievalista, titulado Hispania-Spania. El nacimiento de España, muestran la tempranísima noción que ya entre los hispanogodos fue asentándose del vínculo entre el territorio peninsular y el pueblo que lo habitaba, el que en algún documento de la época es denominado cristícola por su profunda y asumida condición de cristiano. Y este viernes 18, en Málaga, se presenta España, vieja patria, la última aventura intelectual de Francisco Lozano, hercúleo estudioso, sabio y humilde, al que se deben grandes trabajos de otro alcance, en especial un extraordinario libro sobre Omar ibn Hafsun, el líder que a fines del siglo IX, desde la inexpugnable peña de Bobastro, en el corazón de las serranías béticas, acaudilló la gran revuelta de muladíes y mozárabes -hispanos todos, aunque unos musulmanes y otros cristianos- contra los árabes y los emires omeyas que los oprimían. España, vieja patria no es un libro de ocasión, urgido por estrategias editoriales o conveniencias académicas, sino un sólido volumen de 820 páginas en las que el lector encuentra hechos, documentos y razones que aseveran, según su autor, "la antiquísima realidad de Hispania, hoy tan desconocida y tan atacada". Tal vez la noche de este domingo -noche de terror y de justicia para tantos impostores- sea un buen momento para empezar a sumergirnos en obra tan consoladora.
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