La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Crónica levantisca
Juan Espadas se marcha de la Alcaldía de Sevilla y deja a Antonio Muñoz como sustituto, nunca hubo un regidor tan rompedor en una ciudad donde la resistencia al cambio forma parte de esa identidad tan acentuada que a veces resulta jartible, pero que sólo son capaces de moldear las urbes vivaces que alguna vez han sido ombligos de algún mundo. Es un relevo a la barcelonesa.
La ciudad condal tuvo a Narcís Serra como segundo alcalde democrático, lo dejó para ser ministro y le sustituyó Pasqual Maragall, y a éste, Joan Clos, y por último, Jordi Hereu. Todos fueron alcaldes socialistas que sustituyeron al elegido en las urnas a mitad del mandato, lo que les sirvió para tomar impulso y ganar elecciones. Después Barcelona se suicidó de modo colectivo, llegó Trias y, tras éste, Ada Colau. Sólo les queda la melancolía como último recurso.
Antonio Muñoz es un buscador de inversiones que comprende la magnitud transformadora del turismo, y eso tampoco gusta en ocasiones a los guardianes de la tradición. Los tendrá a todos en contra. Los centros fabriles machacaron, literalmente, a las ciudades durante buena parte del siglo XX, y el desarrollismo destrozó una armonía heredada de un pasar lento del tiempo, pero, al parecer, nada de eso es tan perjudicial como que haya coreanos por las calles, italianos en las cafeterías y que se restauren edificios para acomodarlos como hoteles o como pisos turísticos. Barcelona ha sido la capital de la turismofobia, y así le va.
Pero la nominación de Muñoz como alcalde no le asegura que él vaya a ser el candidato en las próximas elecciones municipales en Sevilla. Ni eso ni lo contrario está escrito en ninguna sede socialista. Serán sus dos años de gestión y los sondeos los que decidirán si el PSOE opta por otra persona que le asegure no perder el mayor ayuntamiento en el que gobierna en la actualidad.
El PSOE de Sevilla tiene otras opciones si Antonio Muñoz no cuajase. Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, actual vicepresidente del Congreso, es una de ellas. La otra, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Ambos se miran de reojo porque ninguno desea bajar al patio de las municipales, pero las elecciones locales de 2023 van a ser algo más que la antesala de las generales, y Pedro Sánchez no va dejar arruinar su último trampolín.
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