¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
En el Museo de Bellas Artes hay un conjunto de cuadros que me chiflan, y que quizá pasan desapercibidos por estar en un lugar de paso. Representan el enérgico espíritu procesional de Sevilla. Me refiero a las obras de Domingo Martínez que retratan los carros triunfales de la Máscara de 1747, que los obreros de la Real Fábrica de Tabacos organizaron en honor a Fernando VI. Qué fiestón. Desfilan por la plaza de San Francisco el carro del Parnaso, homenaje a Apolo; el de Víctor; el de la Común Alegría, con su dios Pan satireta; el carro del Aire, advocado a Eolo; el del Agua y otras carrozas de oropel y séquitos jaraneros anteriores a la muy famosa Cabalgata de Reyes Magos del Ateneo de Sevilla. Solazarnos en estas obras nos sirve para confirmar que lo nuestro con la procesión, el pasacalles, el desfile y la comitiva viene de lejos. De todos es sabido que, desde la Antigua Roma, aquí sacamos a las venus en procesión, y que Santa Justa y Rufina fueron las primeras anticapillitas, martirizadas por negarse a pagar la cuota de la hermandad y escaquearse de la igualá del paso-palio de la diosa Salambó, que salía en carrera oficial en las Adonias. Valientes, las alfarerillas de Triana.
Les comento esto en pleno y desmandado frenesí local por los desfiles navideños. Vale que diferentes distritos y entidades de los barrios armen sus pequeñas cabalgatas, pero las réplicas de heraldos, los desfiles antes de fin de año –caso del heraldo por Los Remedios– o fechadas hasta cuatro días antes de la noche de Reyes –caso del Distrito Sur–, las comitivas charango-cofrades, los beduinos dando vueltas como los Armaos desde diciembre…, truecan la ilusión en hartura y lo hermoso en colapso.
Leímos atentamente la entrevista que, en este su diario, el alcalde José Luis Sanz concedía a Carlos Navarro Antolín, en la que identificaban la Sevilla de los excesos y el edil reconocía: “Hay fechas en Sevilla en la que no caben más cosas”. Exacto. Mas pareciera que la inflación de pifostios no cesa sino que, con bendición y representación consistorial, se multiplica y se cubre (con gasto público en seguridad, limpieza, etc.), en plan fractal hasta salirnos por las orejas. El 2 de enero, el Ayuntamiento anunció la creación de una mesa de trabajo para dar “orden y normalidad” a estos cortejos y tratar de poner freno al “desbarajuste”. Tardecillo. Lo que esperamos de los gestores municipales es anticipación, previsión, redistribución, racionamiento y razonamiento en el qué, por qué, para quién y cómo se organizan cosas en el espacio público, en dotarlas de sentido y medida, en descentralizarlas sin replicarlas. A sus Majestades de Oriente les vamos a pedir, en vez de que nos traigan, que se lleven cosas que están de sobra.
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