Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Es muy frecuente el problema de la suciedad de las grandes ciudades. Y perdonen la incorrección política, que aquí estamos para mojarnos, pero las urbes están habitualmente más sucias cuando se viaja de Despeñaperros hacia abajo. Culpamos a los alcaldes y sus equipos de gobierno de la cochambre, los grafitis, las montañas de basura en torno a unos contenedores rebosantes, los peligrosos restos de botellona en los parques... Somos crueles a la hora de juzgar las políticas de limpieza cuando la gestión es negligente. Pero se nos olvida lo más importante: los primeros guarros somos nosotros.
La falta de limpieza y de salubridad en la vía pública está directamente relacionada con la falta de educación. Exigimos a los gobernantes una conducta, una eficacia y unos resultados inmediatos que nosotros mismos no guardamos en la parcela que nos corresponde. Las pintadas que afean nuestros cascos históricos o centros comerciales son culpa en primera instancia de los vándalos que las realizan. No cuidamos la vía pública porque en el fondo nos falta conciencia de lo público. Buena prueba de ello es la cantidad de usuarios que no se molestan en anular la cita en el Servicio Andaluz de Salud cuando deciden no acudir al médico. Es sencillamente vergonzoso. Cuando llamas para suspender la cita te suelen dar las gracias con asombro. Qué menos que dejar el hueco libre a otro paciente que le pueda hacer falta, ¿no?
No culpemos de la mugre de nuestras calles a alcaldes como Antonio Muñoz, Francisco de la Torre, Gabriel Cruz o Francisco Cuenca. Con la limpieza ocurre algo similar a lo que sucede con la educación. La culpa siempre es de los alcaldes o de los profesores, nunca de los ciudadanos o de los padres, respectivamente. La gestión de las empresas de limpieza se podrá y se tendrá que mejorar, como la de los transportes urbanos. Pero no podemos dejar de señalar que el verdadero problema está en la falta de civismo, educación y eso que en tiempos se llamaba urbanidad. Nada extraño si recordamos cuando los políticos presentaban proyectos de botellódromos, o cuando los papás se manifestaban con vehemencia al inicio del curso por una escuela segura frente al Covid. Un proteccionismo absurdo y perjudicial. Todo menos fomentar la educación en valores. Y ya ven, por cierto, que los colegios son lo mejor que ha funcionado.
El político es el entrenador de fútbol que cae para justificar el mal resultado. Alguno andará como pollo sin cabeza buscando barrenderos en año electoral antes que decir alto y claro que muchos ciudadanos son unos guarros y que un alcalde no está para reeducar. Qué limpia está siempre Santander.
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