Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
la ciudad y los días
EN 1995 Barry Sargent y Ventura Rico crearon la Orquesta Barroca de Sevilla. Desde entonces su vida ha sido económicamente azarosa y artísticamente deslumbrante. A los pocos años de su creación estuvo a punto de desaparecer, pese a que ya era evidente que se trataba de la tercera gran apuesta orquestal de la ciudad en el siglo XX, tras la Orquesta Bética de Cámara de Eduardo Torres, Segismundo Romero, Ernesto Halffter, Manuel Navarro y Manuel de Falla, y la Real Orquesta Sinfónica. Ambas nacieron en la efervescencia que precedió a las dos grandes exposiciones sevillanas, la Bética en 1923 y la Sinfónica en 1990. La Orquesta Barroca tuvo la originalidad de hacerlo en los duros tiempos pos 92. Y lo ha pagado caro.
En marzo del año pasado sufrió el aprieto de la retirada del (modesto) patrocinio de Cajasol. En aquellos días escribía la compañera Charo Ramos: "Es lógico que proyectos musicales como la Fundación Barenboim Said, con un presupuesto de 2,4 millones de euros en 2010, no se resientan demasiado si, de improviso, sufren un recorte de 30.000 euros. En el caso de la Orquesta Barroca de Sevilla, cuyos austeros presupuestos institucionales para este año no superaban los 250.000, sí tiene consecuencias inmediatas".
Es que la Orquesta Barroca -además de ser un ejemplo de administración austera y eficaz- representa lo contrario de la política de bombo, platillo y millones: esfuerzo constante, interés investigador y vocación pedagógica. Un trabajo de montañismo musical, por así decir, en el que no se asciende un metro sin apretarse bien el arnés y encordarse, clavar firmemente la clavija en la roca y revisar la seguridad de la cordada. Así se alcanzan las cimas esquivando las caídas de patrocinios y los aludes institucionales, tan frecuentes cuando la palabra cultura se toma en serio (es decir, como lo que permite desarrollar el juicio crítico y afinar la sensibilidad).
Hoy la Orquesta Barroca vive gracias al patrocinio del Ministerio de Cultura, la Junta, el Ayuntamiento, la Universidad de Sevilla y la Fundación José Manuel Lara. A lo que se añaden los 30.000 euros del Premio Nacional de Música que acaba de recibir con todo merecimiento.
Vienen bien los euros, pero aún mejor el prestigio. Porque a algunos pagadores institucionales puede no decirles nada (porque a nada les suenen) los éxitos que ha obtenido, la unanimidad crítica o los nombres de los directores -Leonhardt, Kruijen o Savall- que la han dirigido. Pero lo del Premio Nacional de Música les suena a cosa seria. Otra clavija fijada. Prosigue la ascensión de la Orquesta Barroca de Sevilla. ¡Enhorabuena!
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