La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Tablada, zona libre de pelotazos
desde el fénix
CON tan enigmático título se designa el programa que puso en práctica en 2011 Instituciones Penitenciarias, con la colaboración de la Oficina de Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco y que consiste en propiciar una reunión entre un terrorista de ETA y su correspondiente víctima. Naturalmente que en la inmensa mayoría de los casos ese encuentro no se podrá celebrar de momento, sino que habrá que esperar que, también, el terrorista deje este mundo. Si en el más allá pueden relacionarse los que gozan de la presencia de Dios, en el cielo y los condenados al fuego eterno, en el infierno, es una cuestión teológica que excede de mis conocimientos.
Volviendo a los encuentros del programa, leo en El País que acaba de tener lugar uno de ellos: el del empresario Emiliano Revilla con Urrusolo Sistiaga, que lo secuestró en febrero de 1988 y lo mantuvo secuestrado durante 249 días, liberándolo en octubre de ese año, a cambio de unos cientos de millones de pesetas, pagados a ETA. Durante esos 249 días, el señor Revilla fue alojado en un zulo de dos metros de largo por dos de ancho, que se había excavado bajo un corral y al que se llegaba con una escalera de mano. Según refiere el artículo de Mónica Ceberio, el secuestrado recorría incansablemente su habitáculo mediante los dos pasos que le permitía la exigua superficie, hasta recorrer más de 2.000 kilómetros. Otro entretenimiento del secuestrado, además de pintar y escribir sus memorias, fue conversar con frecuencia con su secuestrador. Según Revilla, Urrusolo, al despedirse, le dijo que había aprendido mucho de él e incluso, con la euforia propia del que ha "trincado" varios cientos de millones de pesetas, "que ningún secuestrador había tenido motivos para recibir tantas satisfacciones de un secuestrado como nosotros de usted".
Ahora es Urrusolo el que está encarcelado, aunque sin duda en muchas mejores condiciones de habitabilidad. Comparado con Revilla, está alojado en un hotel de cinco estrellas, que pagan Revilla y demás españoles. Tiene alojamiento gratis para un rato, porque está condenado a 600 años de cárcel, por haber asesinado a seis personas. En el encuentro restaurativo, solicitado por Urrusolo y aceptado por Revilla (que, sin duda, tenía curiosidad de conocer a Urrusolo sin capucha), la versión oficial es que el encuentro fue "positivo para ambos". No consta si el terrorista le pidió perdón, ni siquiera si se excusó por las condiciones infrahumanas en que lo retuvo. Yo no veo de positivo en el encuentro más que nos haga recordar, y a otros conocer, la categoría humana del señor Revilla y la bajeza moral de los que asesinan, secuestran y extorsionan para imponer sus ideas.
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