¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El placer de lo público
El voleón
EN medio de la vorágine que ha vivido el Sevilla este fin de semana se ha colado una noticia con sabor a puñalaílla trapera para muchos de sus aficionados. Por inesperada y por lo que simboliza. Lo de Gameiro lo ha ido asimilando el sevillismo gracias en gran medida a ese interés frustrado del Atlético por Diego Costa que lo retrasó todo, y esa tardanza funcionó de analgésico. Lo de Coke ha sido un golpe seco, abrupto, sin anestesia.
Que futbolísticamente la marcha del capitán y jugador más veterano de la plantilla sea un mal menor comparada con la del gran goleador no aminora su trascendencia. Porque Coke, desde su compromiso, su generosidad, su versatilidad y su bonhomía, deja huella más allá de su hazaña en Basilea. En el lustro que ha vestido la camiseta blanquirroja ha personificado el crecimiento de un equipo al que llegó en plena crisis, que se llevó dos años sin jugar en Europa y del que se va como tricampeón. No podrá hilar la nueva transición.
Adalid carismático de la legión de Emery, su paso por el fútbol es un reflejo de su personalidad. Ha triunfado por determinación, la que tuvo para tirar los penaltis en las tandas decisivas ante Betis, Benfica y Athletic, mucho más que por sus cualidades técnicas -ay, aquel pase atrás en la final de Copa-, aunque quizá la determinación y la generosidad sean de las mejores cualidades futbolísticas, y Coke tiene ambas a raudales...
A sus 29 años sólo ha vestido las camisetas del Rayo y del Sevilla y ahora se marcha a otro club de personalidad muy marcada y muy querido en Nervión. Que su próximo destino sea el Schalke 04 edulcora el trauma en los aficionados sevillistas que viven el fútbol como algo más allá del mero rendimiento deportivo y el resultado. Por ello, en el décimo aniversario de aquella semifinal mágica, invitar al Schalke 04 al Trofeo Antonio Puerta sería el mejor homenaje que le podría dar el Sevilla.
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