¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
La tecnología domina cada vez más nuestra vida diaria automatizando acciones que no hace tanto debíamos asumir de modo consciente. Quizá por eso, o mejor, para compensar la pérdida de capacidades que provoca la comodidad de no ocuparse ni preocuparse por acciones que requirieron durante milenios nuestra intención y volición, educar en el arte adquiere una relevancia fundamental. El arte, cuya misión fundamental es remover conciencias, aflorar sentimientos y provocarnos intelectualmente, refuerza el pensamiento crítico a la vez que estimula la imaginación, la adaptabilidad y la creatividad tan necesarias para innovar en un mundo en constante evolución.
Obviar las Humanidades, no sólo en los planes de estudio, sino en el debate social y en la vida diaria nos lleva a una nueva teocracia: la de la ciencia. El dogmatismo científico no es distinto al religioso. La única diferencia, quizás, es que no deja nada al albur de una idea trascendente y se centra en la realidad tangible y finita que nos rodea. Pero el cientifismo lleva implícito el mismo sentido de verdad absoluta e irrefutable en la que debe creerse sin grieta alguna de fe. Algo incompatible con la necesaria evolución del propio conocimiento científico.
La educación artística no puede plantearse como un mero pasatiempo. No olvidemos que la filosofía –el amor a la sabiduría; ese conjunto de saberes que disecciona el sentido del obrar humano– es la madre de todas las ciencias que surgen, siempre, de la sincera especulación sobre aquello que ocurre ante nuestros ojos. El sentido crítico que aporta la filosofía es imprescindible para vivir plenamente en libertad. Y la educación artística –pintura, escultura, música, literatura…– nutre nuestra creatividad. Cada manifestación del arte es una forma personal de expresarse que desarrolla la capacidad de deslumbrarse ante la belleza. De pensar, de razonar, de buscar nuevas formas de afrontar nuestra compleja realidad. Competencias tan necesarias o incluso más valoradas que las técnicas en el complejo mundo actual y que son fundamentales para desenvolverse también en el ámbito laboral pues están unidas indisolublemente a las habilidades sociales y emocionales. Educar en el arte ayuda a comunicarse de modo más creativo para admitir que existen otras concepciones del mundo. Algo básico si queremos vivir en una sociedad libre donde las diferencias amén de aceptarse, se celebren y valoren.
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